domingo, 7 de mayo de 2017

El método

Al ponerme los lentes, sin reparar en mi acción, respiro profundo y cierro los ojos. Al abrirlos, me doy cuenta de que estoy viendo el pasado...particularmente, a Sócrates paseando por las calles atenienses, charlando con sus discípulos acerca de la vida, de la verdad, de ser hombres buenos y virtuosos, aunque de una forma más lógica y simple de la que retratan los libros.
Observo más su figura...sí, es sin dudas un hombre feo, pero tiene un aura especial, de sabiduría, de complicidad, un aura completamente única, que me hace entender por qué tanta gente lo seguía en su momento, por qué tanta gente lo sigue hasta hoy, y por qué su figura siempre me llamo la atención, cual mosca atraída por una lumbrera.
De pronto, me hallo sentada, escuchando tan atentamente las palabras de Sócrates como aquellos que habitan en esa tan famosa y antigua polis griega, como si fuera una discípula más, me empapo y recibo gustosamente esa visión filosófica tan encantadora.
Lo oigo hablar sobre la sabiduría y prudencia, y cómo un hombre sabio es prudente, pero un hombre prudente no siempre es sabio, que esta misma prudencia no significa no disfrutar la vida, sino hacerlo de un modo saludable, lo escucho decir también que la belleza es subjetiva, y depende del criterio de quien la esté evaluando.
A cada palabra de este gran maestro, me siento renovada, como si mi vida fuese a tomar un giro muy distinto desde ese punto en adelante, pues había aprendido parte de los secretos del mundo de una de las figuras más importantes del mundo clásico, una figura tan mística como realista, que ahora, por un milagro del destino, se había revelado ante mi.
Suspirando, me saco finalmente los anteojos, dejándolos sobre mi mesita de noche...tomo una libreta, y comienzo a escribir.

"Encuentras unos anteojos viejos, al ponértelos, descubres que puedes ver el pasado, ¿Qué ves?"

Άλισε Αρθαγον

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