En la entrada del Castillo de
Cristal, Ephraim dijo:
-
Yo los detendré, apresúrense – mientras su aura
comenzaba a condensarse.
-
Suerte amigo – dijo Slein dándose media vuelta.
-
Cuídate – le susurró Alie.
Slein y Alie corrieron a través
de los largos corredores del Castillo de Cristal, dejando a Ephraim enfrentarse
al ejército de lobos mágicos. Eventualmente llegaron al salón donde se
encontraba el Trono de Cristal. Se detuvieron frente a la enorme puerta.
-
Déjamelo a mí – sugirió Slein, mientras extendía
su mano hacia la puerta. Emitió una onda de choque y la puerta se desmoronó.
Entraron al enorme salón, el cual
se iluminaba por la luz de la luna llena a través de un enorme vitral. Bajo
este vitral, estaba el Trono de Cristal y sentada sobre él, la Emperatriz
Angélica.
-
Han logrado llegar hasta aquí, pero veo que
perdieron muchos compañeros en el camino. Eran cerca de 200 vasallos, ¿no es
así? – dijo Angélica sonriendo.
-
Maldita bruja. Pagarás haber matado a nuestros
amigos – amenazo Slein, mientras ajustaba su bufanda y sacaba sus cuchillos.
-
¿Dónde está el joven de la capa? Estoy segura
que él era el líder – preguntó la Emperatriz ignorando a Slein.
-
Slein, debemos tener cuidado, tiene el aura más
siniestra que he sentido – acotó Alie – Debe ser realmente poderosa.
-
Alie, yo pelearé. Ephraim no me perdonaría si
dejo que algo te pase.
-
Pero, ¡si peleamos juntos tendremos más
posibilidades!
-
No es así, estaré preocupado de protegerte, no
podré utilizar mi máximo potencial.
-
Basta de hablar, bufón, y diviérteme – lo
provocó la Emperatriz, aún sentada.
Alie retrocedió, Slein adoptó su
posición de batalla y la Emperatriz apoyo la cabeza en su mano. En un instante
Slein apareció detrás del trono y emitió la misma onda de choque que usó para
romper la puerta. El trono estalló, pero al disiparse el humo, la Emperatriz no
estaba. Una risa se propagó por el salón. Slein alcanzó a esquivar un proyectil
mágico proveniente del techo. Angélica reía mientras flotaba y apuntaba un
nuevo proyectil. Slein arrojó ambos cuchillos, al tiempo que esquivaba el
ataque de la Emperatriz. Los cuchillos rebotaron con el escudo mágico de esta y
volvieron a las manos de Slein.
-
¡Es inútil bufón, no puedes enfrentarte a tu
dueña! – gritó riendo.
-
Eres bastante patética, bruja, ¿o aún no lo
entiendes?
En el momento en que Slein acabó
de hablar, una docena de cuchillos se clavaron en el escudo mágico de Angélica.
Los Cuchillos Sombra de Slein estaban incrustados en el escudo, evitaban que se
recuperara e inmovilizaban a la Emperatriz. Este extendió su mano y emitió la
onda de choque. Los cuchillos vibraron y reaccionar a la onda, explotando y
destrozando el escudo de la Emperatriz. Hubo unos segundos de silencio mientras
se disipaba el humo y los rastros de magia. Slein fijó la mirada en el
epicentro de la explosión.
-
Eres más fuerte de lo que pareces, bruja
-
¡Silencio escoria! – gritó con desesperación –
¡Es hora de que pagues por tu insolencia!
Angélica aterrizó sobre el trono
destrozado, comenzó a dibujar un círculo mágico y cantó la invocación completa.
Del círculo emergió un enorme lobo blanco con marcas púrpura y ojos negros. Su
aullido trizó las paredes de cristal y reventó el ventanal.
-
Garm, ese es tu nuevo juguete. Que no queden ni
siquiera los huesos – ordenó Angélica con una sonrisa siniestra de oreja a
oreja.
El lobo se avalanzó sobre Slein,
el cual esquivó con un salto y atacó arrojando 4 cuchillos de obsidiana. Garm
gimió de dolor sintiendo los cuchillos clavarse completamente en su lomo, pero
al instante gruñó a Slein. Slein seguía en el aire. Garm saltó hacia él, más
rápido de lo que caía y lo atrapó por la pierna. Lo asotó y sacudió varias
veces para finalmente arrojarlo. Slein cayó al piso, seminconsciente. Su pierna
estaba deshecha: piel, músculos y huesos pulverizados. Además, debido a los
azotes, tenía varios huesos rotos en el cuerpo. Garm se dirigía hacia él. Se
incorporó y levanto su mano en dirección a Garm. Emitió una onda de choque
distinta a las anteriores y los 4 cuchillos de obsidiana fueron atraídos hacia
él, cortando al enorme lobo en el proceso. El lobo aulló una última vez y se
desvaneció.
-
¡¿Qué le has hecho a mi Garm?!
-
Se acabó, bruja, ya no te quedan trucos y yo aún
puedo arrojar cuchillos
- Muy bien, basta de tonterías. Espero que hayas
disfrutado mi actuación, bufón– habló Angélica con un tono distinto al de hasta
ese momento; ya no sonreía.
Era un tono tranquilo, soberbio.
Levantó su mano y en un haz de luz, reconstruyó el vitral y su trono. Se sentó
en él y apoyó la cabeza en su mano. De pie sobre una pierna, Slein arrojó los 4
cuchillos de obsidiana y 2 docenas de cuchillos sombra. Todos rebotaron en un
escudo mágico 10 veces más denso que el anterior. Angélica suspiró, apuntó un
dedo a Slein, y cantó: “Decadencia”.
Un delgado rayo púrpura grisáceo, tocó el pecho de Slein.
Justo cuando Ephraim entraba por
la puerta, la horrida escena había comenzado. Toda la armadura de Slein
comenzaba a derretirse. Este se encontraba de pie mirando atónito sus manos. Al
desaparecer sus guantes, vio como un trozo de carne se desprendía de su mano. Un
dedo cayó al suelo, su pierna destruida se separó de su cuerpo, su mejilla se
deslizó fuera de su cara dejando a la vista parte de su cráneo. Uno de sus
globos oculares se derritió, un brazo rodó por el piso, su sección abdominal se
abrió por la mitad y sus órganos se esparcieron por el suelo. Ephraim corrió
hacia él gritando su nombre, pero al llegar solo alcanzo a tocar su bufanda,
antes de que Slein se transformara completamente en polvo. El grito de Alie no
se escuchó. La bufanda desapareció en manos de Ephraim.
-
Te estaba esperando, joven de la capa. Tu amigo
logró entretenerme unos minut-
-
Silencio.
-
¿Qué has dicho?
-
…
-
¡¿Cómo osas callarme escoria?! ¡¿Acaso sabes
quién-
-
Dije que guardes silencio – dijo Ephraim al
mismo tiempo que perforaba a la Emeratriz con la mirada. El íris de sus ojos
brillaban de color dorado. Su aura negra y dorada se condensaba a su alrededor.
Ephraim comenzó a caminar en
dirección a Angélica. La Emperatriz tembló: era la primera vez que sentía
miedo. Se levantó de su trono y apunto su mano a Ephraim.
-
¡Inconcebible! “Decadencia” – gritó tiritando Angélica.
El rayo tocó a Ephraim, sin
embargo, continuó caminando hacia ella.
- ¡Insolente! – gritó nuevamente, mientras dibujaba
un enorme círculo mágico que se dividió en decenas de círculos distintos. De
cada uno de estos, emergió un Garm del mismo tamaño y poder que el primero -
¡Acaben con él!
Todos los lobos se abalanzaron
sobre Ephraim. Sin dejar de avanzar, Ephraim invocó su espada. Cortó a todos y
cada uno de los Garm, como si no hubiesen estado ahí. La Emperatriz retrocedió. Disparó muchas veces “Decadencia”, sin que surtiera efecto. Ephraim golpeó con la palma
de la mano el escudo mágico y lo hizo pedazos. Miró cara a cara a la
Emperatriz, y la atravesó por el pecho con su espada.
-
¿Quién eres? – preguntó Angélica.
-
Dije… Silencio…
“Quiebre Ignición” cantó
Ephraim. Soltó su espada aún clavada en Angélica e instantáneamente tomo en brazos a Alie, uno de los cuchillos de
obsidiana de Slein y escapó del castillo.
-
¿Ha llegado mi hora? Bueno, de todas formas, es
lo que siempre quise… Volver a la nada… - pensó la Emperatriz, mientras la
espada clavada en su pecho vibraba, se ponía al rojo vivo y detonaba en una
enorme explosión.
De Martín Castro
Para Catalina Harvey