domingo, 22 de enero de 2017

Eterno Color

-          -¿Y yo, yo que soy para ti?
-          -¿Cómo, que eres para mí? Eres mi amiga Amanda, una de las personas más preciadas de mi vida.
-          -Tú sabes que no me refiero a eso, Rolando
-          -Amanda, querida…eres azul mar, y eres chimenea humeante…y miel, sí, también eres miel.
-          -Ah... sí, creo que entiendo.
-          -¿Lo entiendes? ¿Segura? Es que todo eso está ahí cuando te veo… te veo a ti, pero siento el sabor de la miel en mi boca, el olor de la chimenea entra por mi nariz hasta mi pecho, y el azul…el azul te rodea entera, brillando a tu alrededor.
-          -Me encantaría poder ver todo como tú lo vez, Rolando…es muy poético.
-          -Quizás, pero ahora huele a pasto mojado, así que es hora de irme
-          -¿Pasto mojado? Ah… es así como es el anochecer para ti…
-          -Sí, pasto mojado y moras dulces… Nos vemos pronto, Amanda
-          -Hasta luego, Rolando.
Poco sabía yo, en ese entonces, de que esa sería la última vez que vería a Amanda…y mucho menos sabía que su miel se quedaría para siempre en mi boca.
La mayoría de la gente, cuando alguien importante llega (o se va) de sus vidas, se quedan con los recuerdos que esa persona les dejó…yo me quedo con mucho más que eso.
De Sofía, aquella enfermera en prácticas de la que me hice amigo en el hospital, me llevé para siempre una pizca de verde manzana, flotando en mi mano derecha.
De Tomás, el paracaidista que conocí en mis vacaciones en la playa, me llevé una sensación de plumas en la nuca, que me acompaña cada vez que voy a hacer algo nuevo.
Pequeñas cosas que se alojaban en mí, que cambiaban todo, hasta mi diario vivir…más de alguna vez me pregunté si alguien sería capaz de entender lo maravillosamente común que era tener casi literalmente a tus seres queridos siempre contigo de una forma perceptible.
Tantas gamas de color, tantos olores distintos, tantos sabores…siempre he amado sentirlos, que el color huela, que la gente tenga sabores, que cada segundo de mi vida sea una completa experiencia sensorial.
-          -Buenas tardes, señor…mi nombre es Magdalena, estoy haciendo una encuesta para mi clase de música, ¿Me podría ayudar?
-          -Claro, pequeña… pregunte no más
-          -¿Cuál es su canción favorita?
-          -Hmmm… no sé si decirte My Way de Frank Sinatra, The Gambler de Kenny Rogers, o Simple Man de LYNYRD SKYNYRD
-          -¿Por qué son sus favoritas?
-          -Bueno…My Way tiene olor a un fuerte perfume masculino, como de los años 20, y es del negro azulado más intenso que he visto… me hace sentir que todo lo puedo, si sigo en mi camino.
The Gambler es del color del atardecer, y huele a cigarrillos y té, y siempre siento que estoy en casa al oírla, y no importa que pase en mi vida, esa canción me hace sentido.
Simple Man es de color café, como ese de las fotos viejas, y huele a galletas hechas en casa…tiene una nostalgia intrínseca en ella, pero al mismo tiempo una calidez que sólo te dan los mejores recuerdos.
¿Contesta esto lo que necesitas?
-          -Son respuestas muy…curiosas, señor, pero sí, esto me ayudará mucho en mi trabajo. ¡Muchas gracias!
Esa jovencita brillaba con un pálido rosado, y olía a rocío mañanero… la sonrisa que me dio al escuchar mis respuestas fue muy genuina, y fue una de las pocas veces que pude ver en alguien de corta edad una… ¿Comprensión? Hacia lo que yo decía…de inmediato supe que era una chica muy especial.
Así vivía yo, en una eterna paleta de pintor, en un mundo que era una perfumería, donde el brillo del alba olía a pan tostado y tenía sabor a desayuno, la noche olía a mar bravo, y tenía el sabor dulce y fuerte del ron… nada en mi vida era como para otros, todo tenía esta curiosa forma de estar conectando a todo mi ser.
Alguna vez me pregunté cómo sería ser normal…pero la verdad, no cambiaría esto por nada del mundo.


La historia de Rolando fue sin duda la que más me marcó, cuando lo conocí aquella tarde de otoño cuando era sólo una niña haciendo una encuesta para mi clase de música.
Al decidirme a escribir historias, fue la primera que redacté, fueron conversaciones alrededor de un café, de largo y tendido, con este viejo de 87 años que tenía su memoria intacta y un corazón de oro.
A lo largo de este libro, podrán conocer muchas otras historias, que fui escuchando a lo largo de mi carrera como psicóloga especializada en sinestesia y otros trastornos sensoriales, algunas tristes, otras alocadas, pero todas con mundos únicos y velados a nuestro ojo común.
Sólo queda darle las gracias a Don Rolando Briones por su historia, por ser el primero en mostrarme este mundo nuevo, y a Amanda Cárcamo, quien, aun siendo una periodista jubilada, da todo por ayudarme a escribir las memorias de esta gente que ve el mundo con otros ojos.
Espero disfruten el viaje por el mundo del eterno color.


Alice Arthagon



Eran felices, y lo sabían

Por Gabriela Valdivieso

Recuerda perfectamente cuando llegaron a su casa-paraíso. Ese mundo era entonces un colchón y unas blancas paredes, pero todo era decorado por pedazos de su cariño. Para ella, la sombra de él daba la iluminación perfecta, su transpiración en la almohada cada mañana era definitorio del ecosistema.

Sin esfuerzo, aún podía sentir el lunar de su cuello en las baldosas de la cocina, sus dedos atravesaban los crespos de su pelo en la baranda de la terraza. Los vellos canosos de su barba parecían asomarse en las hojitas de su primera planta.

Recuerda cuando él colgó dos marcos arriba de la cama. Uno venía vacío, así lo quería, sin foto, y el otro tenía una imagen del Golden Bridge de San Francisco. Recuerda que le encantaba atravesar con el pensamiento los cables del puente y recorrer con el espíritu, como en bicicleta, la distancia de un extremo al otro.

Él contaba, orgulloso como un niño, que todo el mundo dice que el Golden Bridge es rojo, pero que su color oficial es el "naranjo internacional". Contaba que cuando estuvo allí, su mejor amigo, le dijo que leyó una vez que la estructura mantenía siempre su vivo color porque nunca dejaba de ser pintado. No bien los pintores llegaban al fin del puente, partían nuevamente por el inicio.

Esa idea lo conquistaba. Le encantaba pensar que esos pintores eran como Sísifo de la Ilíada, que tenía por castigo subir una pesada piedra por la colina, pero antes de que alcanzar la cima esta una y otra vez rodaba hacia abajo. Le encantaba pensar que esos pintores debían hacer esta labor por convicción más que por trabajo, debían estar comprometidos con la necesidad de anular la opacidad que va dibujando el viento helado del invierno y de batallar el descontrolado calor de la Costa Oeste que descascaraba el especial tono naranjo rojizo.

Como para ella la espumilla del chocolate caliente puede apaciguar un espíritu ansioso, hizo un termo de dulce calor para regalarle balance y calma el día que él descubrió  dos grandes verdades, algo tristísimo y algo maravilloso. Fue cuando supo que era mentira que el puente no dejaba nunca de colorearse, que acaso ha sido pintado una decena de veces en ochenta años de existencia. Su aliento perfumaba cacao cuando le contaba con ojos locos de entusiasmo que también descubrió que esos brazos de acero tenían un tatuaje exquisito: de lado a lado del puente, los metales que perforan el cielo tenían talladas las letras de un poema escrito por el ingeniero a cargo de la obra.

Como el enorme equipo que por años construyó el puente, ellos capa a capa armaron su hogar-cosmos. Los libros de ambos invadieron sus paredes, el colgador de llaves aceptó con dignidad su misión de morder llaveros, la entrada contó con una alfombra felpuda que acariciaba los zapatos de los amantes y de los visitantes. Un específico rincón del estante de la cocina iba acumulando torres de vasitos de shots de todas partes del mundo que Rafa y sus otros amigos iban trayendo de sus viajes.

Dicen que la gente no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Ellos no, eran realmente felices y lo sabían perfectamente. Las paredes de su hogar estaban confeccionadas para el disfrute y sus costumbres eran imperdibles rituales. Era parte del pacto nunca firmado que los fines de semana olían a pan tostado y sonaban a promesas de amor, que antes de dormir ambos leían entrelazando una pierna y que bajo ninguna circunstancia podrían dormirse con enojo. También sabían que era importante recibir a la otra persona cuando llegaba; ella se aproximaba a la puerta cuando escuchaba desde el ascensor el silbido que canturreaba “La Comparsita” u otro tango clásico y él iba a recibirla cuando la escuchaba al otro lado de la puerta, meneando la cartera para encontrar las llaves.

Ahora ve claramente. Desde la distancia es fácil ver las inconsistencias de la casa-cosmos, las filtraciones de esa historia que se contaban el uno al otro. La verdad es que había señales por todos lados. Ahora dimensiona que las finanzas de él iban demasiado bien, que la pieza cada noche se coloreaba de brillo azul de recurrentes mensajes y que sí era raro que a veces el olor a pan tostado se arrancaba al pasillo por la necesidad de abrir la puerta a extraños personajes que hablaban bajo, siempre por el espacito mínimo que deja abrir la cadena de seguridad.

No sabe cómo no razonó antes que su mejor amigo tenía rato sin venir y que las pesadillas nocturnas de su amor eran cada más frecuentes. No sabe cómo no le extrañó que él abriera y cerrara tanto la caja de seguridad. Incluso recuerda ahora que nunca miró, pero sí escuchó el sonido de muchas bolsitas plásticas.

Ahora su hogar entero es lo mismo que un cuadro vacío. Sin él no hay espumilla de chocolate caliente que pueda distender las angustias que se tensan en su frente, nada que pueda realmente disminuir sus ojeras. La última vez que lo visitó le llevó su torta favorita, pero él no probó bocado. Con las palabras arrastradas le contó el episodio que tuvo con el que llamaban "La Roca". Un día en la hora del ejercicio en el patio "La Roca" le preguntó: ¿sabes de qué color son tus barrotes? Él  se alejó y no le contestó, pero al terminar la hora fue a su celda discretamente apurado. Se equivocó. No eran gris, eran amarillo pálido, como de una mezcla de negro, amarillo y café. Cree en el fondo que nadie nunca las pintó, siempre fueron así, intensamente horrorosas, que parecen gris como todo el resto del mundo. Ella no recuerda bien cómo se despidió, si dejó la torta ahí o en el bus de vuelta.
No importaba mucho. Esa noche llegó departamento y no prendió las luces. No había absolutamente nada que ver en ese lugar.

miércoles, 4 de enero de 2017




Título: El Loco
Concurso: Lo que dejamos atrás

-Y cómo te fue? Pregunto la Mariana inquieta
La mirada del Loco lo dijo todo
-Que vamos a hacer, hay que buscar algo para beber, pronto!
El Loco siguió en silencio mirándola y finalmente dijo:
-Mari es un desierto, yo creo que encontrar algo para comer es equivalente a encontrar una aguja en un pajal.
El Loco tenía razón habíamos por las estimaciones del Piloto habíamos caído en la zona más desierta del desierto.
Rolando que estaba echando debajo de lo que quedaba del ala del aeroplano levanto por un momento su mirada
-Estamos cagados, Tenemos 2 litros de agua, 2 bolsitas de maní, y los restos del aeroplano. En esta época del año hacen 48 grados por el día y -2 grados en la noche, y sin mencionar las tormentas de arena, los tornados, las arenas movedizas. Y para los que están pensando en caminar, estamos en el medio de un laberinto de montañas cambiantes de unos 400.000kms cuadrados. A y se me olvidó mencionar, los espejismos, los escorpiones voladores, las….
-Ya muérete rápido en, no te aguanto más! grito Mariana
Ronaldo, miro la herida que tenía en el pecho, de ella salía un fierro curvo que le atravesaba el pecho.
- No te preocupes, no debe faltar mucho…



El Doctor que había estado dando vuelta buscando restos del avión, había regresado con un expresión lúgubre.
-Me ha picado un escorpión.
-Queee!! Gritaron todos
-Como carajo te paso eso? dijo el Loco
-Lo he hecho a propósito! no hay chances de sobrevivir en este infierno, prefiero morir en mis términos.
Un silencio se apodero del campamento desde ese entonces y este perduro hasta la noche, cuando Marianna repartió las raciones de cada uno. Se había decidido, pese a las protesta del Doctor y gracias a las suplicas de Ronaldo, que todos recibirían su ración hasta la muerte. En la noche todos durmieron uno pegados con los otros para evitar el frio corriera entre sus cuerpos. Ya cuando comenzaba a aclarar, el Loco tomo su bolso y emprendió nuevamente la búsqueda de alimento.
Las oscuras dunas se estiraban hasta el horizonte, y parecían danzar con las ráfagas de viento. Montañas enteras salían de la nada, picos inmensos que segundos más tarde se habían esfumado. Las estrellas aún se dejaban ver en el alba y eran la única guía en el mar de dunas. Pronto habría que emprender el regreso, antes de que el sol se levantara definitivamente y calor barriera con todo.
Estaba a punto de regresar cuando entre dos dunas un camino apareció, este se extendía serpenteando hasta un obelisco un par de dunas más allá. Sabía que no podía ser un espejismo, aún no hacia el calor suficiente para esas ilusiones.
Bajo la Duna rodando de la emoción y tomo el camino. Este estaba limpio de arena, casi como si hubiera sido barrido, cada baldosa de piedra era larga como dos cocodrilos y gruesa como un hipopótamo. Camino y a momento parecía que la punta del obelisco se alejaba cada vez más, sin embargo poco a poco las dunas se abrieron y una enorme plaza surgió.

 El obelisco era de granito negro, cubierto de jeroglíficos curvos, se erguía en el centro de la inmensa plaza rascando las estrellas que pasaban, en la base un enorme fuente se extendía a su alrededor.
Se aproximó cautelosamente al extraño monumento. Como era posible que algo así estuviese en el medio del desierto, y lo más extraño como era posible que la fuente tuviese agua. Esa agua, esa agua inmutable reflejaba en el alba la silueta de su rostro adornado por una aureola estrellas. Miro su reflejo por un largo rato, había enflaquecido desde el accidente, el fracaso, la soledad, la barba larga, el hambre,  la sed… LA SED! Una desesperación, un angustia inimaginable invadió todo su cuerpo en un santiamén. Hundió el rostro en la fuente y tomo un gran trago de arena que inmediatamente escupió por reflejo. Levanto su mirada aún atragantado por la arena y pudo ver que el obelisco, la fuente, la plaza y el camino habían esfumado. Solo estaba Ronaldo riéndose, atragantado penosamente en una tos gutural.
-Jajaja argh..! Te hubieras visto sonámbulo tomando arena! Ajajaja!
El Loco aún desorientado miro alrededor suyo. Todos dormían entorno al fuselaje, Mariana estaba acurrucada alado suyo y dormía profundamente. El Doctor cerca de la cola del avión se retorcía en dolor y mascullaba sonidos indescifrables. El Piloto estaba de vigía en su asiento y miraba ofuscado la luna.
-Pesadillas? Pregunto el Piloto
-Más bien ilusiones. Dijo El Loco
-No son lo mismo?
-No me lo había planteado así…
-Ten cuidado, el Desierto no solo se come el cuerpo de las personas, sino que también les come la mente.
-Ni me lo digas.
Ya pronto amanecería, el cielo esclarecía y las estrellas una a una se iba perdiendo en el firmamento. El Loco le dio un beso en la frente a Mariana,  tomo su bolso y emprendió nuevamente la búsqueda de alimento.

            Había caminado un buen rato, había pensado que tal vez esta vez no volvería al campamento. Talvez el Doctor había encontrado la solución a este conundrum. Tal vez el veneno del escorpión era una mejor salida que quedarse atrapado en este lugar. Tal vez el piloto tenía razón, y el Desierto le comería la mente antes de dejarlo ir. Tal vez era entonces mejor no volver, caminar hacia la boca naciente y dejar que lo comiera.
Estaba en esas divagaciones enfocado en el amanecer cuando una figura alta y delgada contrasto con el círculo solar. Tardo un rato en reconocerlo, era el obelisco! El mismo de sus sueños… El mismo! Por el tiempo que había recorrido Debía estar a unos 5 km del campamento, saco del bolsillo un improvisado mapa estelar, marco la hora y la posición de la bóveda celeste. Después de un tanto andar al igual que en el sueño encontró el camino. Al igual que en el sueño, limpio sin ningún grano de arena. Camino por entre las dunas siguiendo el sendero y  al igual que en el sueño estas se abrieron para dejar ver la enorme plaza.
El sol del alba alumbraba la punta del obelisco y su sombra marcaba los bordes de la duna como un enorme reloj de sol. La plaza aún oculta del calor del sol, dormía como si estuviera detenida en el tiempo. Se acercó a la fuente y se sentó en el borde de esta. Con cuidado metió su mano dentro de la fuente, el agua fría y cristalina le abraso los dedos y la palma. Espero ahí un rato deseando que no hubiera caído en una ilusión, sin  embargo ya había perdido hace tiempo la capacidad de discernir que era y que no era un sueño. Espero que el sol inundara la plaza, las baldosas cogieran el rojo vivo, y las dunas se transformaran en cristal. Solo entonces, cuando el calor le empezaba a quitar la vida y la voz Doctor le pedía que no luchara más, solo cuando la imagen del cadáver despedazado de Mariana era más latente, se sumergió en la fuente y bebió. Esta vez el agua no se transformó en arena, bebió hasta hartarse y rebalso las cantimploras.
Habiéndose refrescado y salido del borde de la muerte, comenzó a preguntarse como un lugar como este sobrevivía en el desierto, alguien debía mantenerlo, o al menos pasar por acá de vez en cuando.
El corazón se le acelero con la idea de poder ser encontrado, había perdido hace años la noción del tiempo y el paso de los días le había dejado de importar. Tenía que volver al campamento y contarle a Mariana las nuevas noticias.

Volvió al atardecer al esqueleto del avión. Todo estaba igual que siempre; Ronaldo discutiendo con el Doctor sus posibilidades de supervivencia, el Piloto siempre en su silla recapitulando los eventos previos al choque, y Mariana dando vuelta preguntándose qué comerían hoy.
-Gracias a Dios volviste! Dijo Mariana – Que vamos a hacer, hay que buscar algo para beber, pronto!. Este lugar, estos muertos me está volviendo loca.
-Si lo sé, pero he encontrado algo que podría solucionarnos bastantes problemas e incluso salvarnos… he encontrado agua...
-QUE! Donde, Vamos ahora!
-Shhhh… No ahora… por la mañana.
-Estas actuando muy extraño sabes…
-Tienes que verlo para entender, la plaza, el obelisco.
-Encontraste gente!
-No no no, pero puede que pasen por ahí.
-Jajajaja Siiii! Agua y gente Hahaha, Donde queda esto?
-Shhh mañana, mañana te lo muestro…


-Estás Loco sabes.
-Si lo sé, por eso tengo que salir de aquí.
-Bueno solo no me dejes aquí.
-Ni en un millón de años.

El cielo estrellado, parecía hablar en el medio del vacío del desierto. La noche siempre tenía una cierta calma que el día colapsaba, y esta noche en particular parecía que ni un solo grano de arena se movía en todo el desierto. Solo el sonido del doctor moribundo y la áspera respiración de Ronaldo quebraban este silencio.
El loco se alejó un poco caminando por la cola del avión, para talvez escuchar el sonido de las estrellas hablando entre ellas. Al acercarse el sonido dejo de ser un murmuro poco a poco y comenzó a ser una conversación. Una vez que pudo escucharlas bien se quedó sentado en la cima de una duna.
-Ya han pasado años, nadie viene a verlo a este Loco
-Sí, el doctor dijo que se moriría pronto de todas maneras
-Qué pena por ti Loco, que lo perdiste todo y sigue viviendo. Para qué?
Las estrellas se apagaron cuando salió la luna preguntando donde quedaba el baño.
El loco abrió de un zarpazo los ojos y se encontró de vuelta en el avión. No se podía mover ni un musculo de su cuerpo. Sobre él, Ronaldo, el Doctor, y el Piloto discutían de pie entre ellos.
-Tenemos que hablar contigo. -Dijo el piloto-
-Loco hemos decido que te toca usar el escorpión. -Dijo el doctor-
-La decisión fue tomada con en base a criterios democráticos, 3 votos a favor y uno en contra.-Dijo Ronaldo-
El doctor saco se su bolsillo un escorpión que se agitaba dando tenazadas a diestra y siniestra. No podía moverse, ni respirar. Asfixiándose cerró los ojos esperando la picadura del transparente escorpión que sostenía el Doctor en la palma de su mano. Espero y espero y cuando abrió los ojos ya no se encontraba ahí.

Estaba sentado en el avión y a su lado estaba mariana. El piloto conversaba animadamente con Ronaldo sobre los motores que traqueteaban monótonamente en cada ala. Por la ventana solo se veía el mar de arena que se extendía más allá del horizonte.
-Qué te pasa parece como si hubieras visto un fantasma.- Mariana lo miraba con cara preocupada desde su puesto.
-Tranquilo hermanito ya vamos a llegar, solo duerme un poco más.
No podía dormir, hace un par de segundos estaba en el desierto a punto de morir por una picadura de escorpión y ahora estaba de vuelta en el avión como si nada hubiera ocurrido. Se estaba volviendo loco. El accidente! No recordaba el accidente! Si no había habido accidente esto era solo un sueño. Pero cómo? Trato de hacer memoria. Se había subido al avión, por lo que indicaba su reloj llevaban cuatro horas volando. Mariana le había dado unas pastillas para dormir. Se había tomado una sola pastilla, talvez eso había causado las pesadillas. Mari dijo que eran fuertes pero nunca tanto.
-La miro a los ojos -Estoy bien solo fue un mal sueño.
Fue justo en ese preciso instante, justo cuando creía que la pesadilla había terminado, que el silencio invadió el avión. Recordó entonces como los motores se habían apagado, la fuerza con la cual Mariana le tomaba la mano y los gritos desesperados de Ronaldo, recordó como el sonido del aire silbando alrededor del fuselaje y el infinito mar de arena acercándose cada vez más. Cerró los ojos y le apretó con fuerza la mano a Mariana.
Despertó de un golpe sudando frio y con el corazón que se le salía, miro para todos lados pero no había nadie. Solo estaba el destartalado fuselaje del avión. Se levantó, dio la vuelta por la cola y se encontró con un cadáver. Ensartado con un fierro y seco como una momia el cadáver de Ronaldo era apenas reconocible.  Le faltaba una pierna, el pecho lo tenía abierto medio a medio y sus ojos eran dos socavones oscuros, llenos de un latente dolor. Camino espeluznado hacia la cabina en donde encontró al Piloto, o lo que quedaba de él. Sentado en el asiento mirando ofuscado la luna, su cara parecía estar hecha de arcilla, llena de grietas y pellejos que se caían a pedazos.
Retrocedió aterrorizado, aterrorizado de que se hubiera vuelto loco. Trataba de recordar que había pasado, pero todo se le escapaba o no hacia sentido. Cuanto tiempo llevaba aquí, cuantas semanas llevaban muertos Ronaldo y el Piloto. El Doctor, no había un Doctor en el avión?
-Loco que haces ahí parado? –Mariana había aparecido desde el costado del avión tenía la cara cansada y dormida.
-Ven duerme un poco no te quede ahí parado como un bobo. Hace suficiente frio en este puto desierto como para que te vayas a caminar solo.
La miro un rato como si no estuviera seguro de que estaba ahí.
-Mariana tenemos que salir de aquí- Dijo con la voz quebrada -Tenemos que abandonar el avión e irnos.
-Te has vuelto loco! No duraremos ni un día fuera del avión.
-Se dónde hay agua, en el obelisco…
-Tú y tu obelisco, está bien te dije que mañana iremos a buscarlo… ahora ven a dormir, cierra los ojos un momento.
-No! Tenemos que irnos ahora. Hay que aprovechar la noche para llegar.
-Tranquilo, tranquilo no hace falta gritar! Vamos…
Emprendieron el viaje a oscura descendiendo y ascendiendo montañas de arena. La noche no tenía ni una sola gota de viento y el frio congelaba las crestas de las dunas haciendo siempre muy difícil este último tramo. En el amanecer el mar de dunas cambio repentinamente, un viento huracanado descendió del cielo y una tormenta cubrió el desierto. Dentro de esta, olas de arena se formaba reventaban sobre ellos, y solo después de algunos segundos sepultados podían volver a caminar.
-TENEMOS QUE VOLVER! – Grito Mariana- NO HAY NADA ALLÁ, NADA!
El Loco se detuvo en seco sin darse vuelta. No murmuraba pero el sonido de la tormenta ocultaba su palabra
No… no pienso volver, no pienso volver.
-CONTESTAME LOCO CULIAO!
La tormenta de arena era tal que de haberse soltado las manos los hermanos se hubieran perdido y nunca más encontrado.  Sin embargo en ese instante el Loco le soltó la mano y se dio vuelta.
ESCUCHAME BIEN PORQUE NO LO VOY A REPETIR. MI NOMBRE NO ES LOCO, NO SE CUAL ES PERO LOCO NO ES. NO PIENSO VOLVER! ME OISTE?! NO PIENSO VOLVER A ESE LUGAR! VOY A SALIR DE ESTE DESIERTO O VOY A MORIR INTENTANDOLO!
-Nos vas a matar Loco.
La arena le seco las lágrimas de Mariana y le dio nuevamente la mano para seguir caminando a duras penas por la tormenta.  Lucharon con las pocas fuerzas que les quedaban, hasta que finalmente después de una hora de suplicio este menguo.



Cuando el sol volvió a aparecer las dunas habían sido barridas y el desierto era plano hasta el horizonte. El suelo se resquebrajo chillando y gruñendo de dolor bajo el abrasador calor. Cada paso parecía consumirles una vida y cada bocanada parecía prenderles fuego a sus pulmones.
-Debemos volver.
La voz apenas le salía del seco cuerpo. Ya casi no podía caminar y arrastraba los pies por la dura tierra.
-Pero está justo ahí -indico una silueta negra en el horizonte – Solo un par de horas más
-Ahí?- indico el horizonte vacío- Ahí no hay nada. Suficiente de esta estupidez volvamos antes de que nos matemos.
- No, no pienso volver
- Pues yo no pienso continuar. Solo hay muerte allá, está alucinando y estás tan loco que no te das ni cuenta.
-TE DIJE QUE MI NOMBRE NO ES LOCO! Puedes irte Mariana. Puedes irte a la mierda!
-Me voy devuelta al avión.
-Vete.
Ella dio media vuelta y emprendió el camino de retorno sin saber bien si llegaría y a que llegaría. El dio media vuelta y siguió persiguiendo la silueta gris en el horizonte.



Camino por días enteros sin poder alcanzarla, una nube de remordimiento lo acompaño esos días. Había perdido a la única persona que había prometido no dejar atrás todo por un sueño. Moriría ahí.
El tercer día cuando sus pies estaban descalzos, el sol le había carcomido la piel y la sed le había quitado el pensamiento choco con lo que parecía ser el camino. De repente despertó del ensueño y vio frente a el erguido hasta el infinito el obelisco y a sus pies la fuente. Se acercó lo más rápido que le permitieron sus cansados pies, tropezando y a duras penas manteniéndose de pie. Llego y se zambulló de cara en la fuente, solo para encontrarse con que esta estaba vacía. No había ni una sola gota, ni una sola molécula de agua.
Se sentó apoyado en el obelisco aprovechando la estrecha sombra que daba. Estaba adolorido, sin fuerzas y rendido. Moriría ahí
Y eso fue lo que paso. Los dolores de cabeza se fueron y su vista se turbo, la larga sombra del obelisco comenzó a serpentear como si fuera una bandera y se agrando como un abanico cubriendo todo a su alrededor. Poco a poco se fue sumergiendo en un delirio infinito, las formas comenzaron a surgir del piso y el desierto se desvaneció en la oscuridad. Entonces cerró los ojos porque sabía que la locura y la sed ya se habían apoderado de su cuerpo.









-Está despierto! Dijo una voz
Cuando abrió los ojos todo se veía borroso, destellos de luz le alumbraban un ojo y después el otro. No podía mover ninguna parte de su cuerpo y solo duraba algunos minutos antes de sumergirse nuevamente en la oscuridad.
-Señor Chuspisco, me escucha! Soy el Doctor Najir. –La silueta hizo una pausa- Por favor parpadee una vez si entiende algo de lo que digo.
El Loco utilizando todas sus fuerzas cerró y abrió los ojos obedientemente.
-Excelente, mire le explico usted viene de salir de un coma de cuarto grado, por lo que dice su ficha fue causado por un colapso circulatorio. La verdad no sé cuánto tiempo usted ha estado acá, yo llegue hace un par de meses. Creo que me dijeron algo con que usted tuvo un accidente hace algunos años, y de ahí vendría esto del coma. Bueno, la cosa es que eso está en el pasado. En los próximos días se pondrá mejor, así que animo!









Pauta: Los colores

Se acabó, los colores volvieron a su cara y así tan rápido como había pasado estaba de vuelta.
Salio de entremedio de los escombros y entro al negocio de la esquina para realizar la compra.

-          -Que te trae por aquí Luchito
-          -Nada solo busco un poco de Cif crema
-          -Manchai mucho tu ropa últimamente? [saco de la alacena una botella de Cif crema]. Aquí esta, seria  3500 pesos.
-          -Aquí tiene buen señor.

Con la bolsa negra en mano se fue raudo por los callejones buscando un lugar propicio para el ritual, este lo encontró detrás de un quiosco de metal abandonado. El sol quemaba hasta el pavimento, pero el pequeño alero del quisco le permitía un escape oportuno.

Desembolso aquel paño que era de su madre el mismo que usaba para sacar las cosas del horno y para limpiar las heridas que se hacía en la cancha cuando era pequeño. Saco la botella de Cif crema de la bolsa y la descorcho de un zarpaso. Luego unto metódicamente el paño en el Cif y luego se lo jalo entero como si no hubiera mañana.

Fue entonces que los reflejos de los muros cobraron vida, la luces se transformaron en soles y la gravedad dejo de existir. El cielo se cubrió de flores, y el mar inundo las calles de la ciudad. Los hombres se transformaron en peces y los animales en hombres. El quiosco entonces muto en un submarino y sus ventanillas escotillas. Una enorme ballena se le acerco a cantarle y el estruendo de su melodía derribo todos los edificios de la ciudad. Ahora con su submarino a la intemperie no podría volver. Paso un tiempo sumergido en la angustia pero de a poco una melodía lo inundo, un charango deambulaba en una burbuja en el fondo. La burbuja fue creciendo y atrapo el submarino, que ahora flotaba sobre las ondas que emitían las galopantes cuerdas. Las olas cambiaban de color y brillaban siempre siguiendo el compás de la balada, subía el submarino hasta el cielo con grandes y agudas olas para luego mecerse en los bajos acordes. Navego así durante un tiempo, pero poco a poco tal como había llegado la música se fue desvaneciendo. Los colores entonces volvieron a su cara y así tan rápido como había pasado estaba de vuelta.