jueves, 7 de julio de 2016

La Emperatris de Cristal

En la entrada del Castillo de Cristal, Ephraim dijo:

-          Yo los detendré, apresúrense – mientras su aura comenzaba a condensarse.
-          Suerte amigo – dijo Slein dándose media vuelta.
-          Cuídate – le susurró Alie.

Slein y Alie corrieron a través de los largos corredores del Castillo de Cristal, dejando a Ephraim enfrentarse al ejército de lobos mágicos. Eventualmente llegaron al salón donde se encontraba el Trono de Cristal. Se detuvieron frente a la enorme puerta.

-          Déjamelo a mí – sugirió Slein, mientras extendía su mano hacia la puerta. Emitió una onda de choque y la puerta se desmoronó.

Entraron al enorme salón, el cual se iluminaba por la luz de la luna llena a través de un enorme vitral. Bajo este vitral, estaba el Trono de Cristal y sentada sobre él, la Emperatriz Angélica.

-          Han logrado llegar hasta aquí, pero veo que perdieron muchos compañeros en el camino. Eran cerca de 200 vasallos, ¿no es así? – dijo Angélica sonriendo.
-          Maldita bruja. Pagarás haber matado a nuestros amigos – amenazo Slein, mientras ajustaba su bufanda y sacaba sus cuchillos.
-          ¿Dónde está el joven de la capa? Estoy segura que él era el líder – preguntó la Emperatriz ignorando a Slein.
-          Slein, debemos tener cuidado, tiene el aura más siniestra que he sentido – acotó Alie – Debe ser realmente poderosa.
-          Alie, yo pelearé. Ephraim no me perdonaría si dejo que algo te pase.
-          Pero, ¡si peleamos juntos tendremos más posibilidades!
-          No es así, estaré preocupado de protegerte, no podré utilizar mi máximo potencial.
-          Basta de hablar, bufón, y diviérteme – lo provocó la Emperatriz, aún sentada.

Alie retrocedió, Slein adoptó su posición de batalla y la Emperatriz apoyo la cabeza en su mano. En un instante Slein apareció detrás del trono y emitió la misma onda de choque que usó para romper la puerta. El trono estalló, pero al disiparse el humo, la Emperatriz no estaba. Una risa se propagó por el salón. Slein alcanzó a esquivar un proyectil mágico proveniente del techo. Angélica reía mientras flotaba y apuntaba un nuevo proyectil. Slein arrojó ambos cuchillos, al tiempo que esquivaba el ataque de la Emperatriz. Los cuchillos rebotaron con el escudo mágico de esta y volvieron a las manos de Slein.

-          ¡Es inútil bufón, no puedes enfrentarte a tu dueña! – gritó riendo.
-          Eres bastante patética, bruja, ¿o aún no lo entiendes?

En el momento en que Slein acabó de hablar, una docena de cuchillos se clavaron en el escudo mágico de Angélica. Los Cuchillos Sombra de Slein estaban incrustados en el escudo, evitaban que se recuperara e inmovilizaban a la Emperatriz. Este extendió su mano y emitió la onda de choque. Los cuchillos vibraron y reaccionar a la onda, explotando y destrozando el escudo de la Emperatriz. Hubo unos segundos de silencio mientras se disipaba el humo y los rastros de magia. Slein fijó la mirada en el epicentro de la explosión.

-          Eres más fuerte de lo que pareces, bruja
-          ¡Silencio escoria! – gritó con desesperación – ¡Es hora de que pagues por tu insolencia!

Angélica aterrizó sobre el trono destrozado, comenzó a dibujar un círculo mágico y cantó la invocación completa. Del círculo emergió un enorme lobo blanco con marcas púrpura y ojos negros. Su aullido trizó las paredes de cristal y reventó el ventanal.

-          Garm, ese es tu nuevo juguete. Que no queden ni siquiera los huesos – ordenó Angélica con una sonrisa siniestra de oreja a oreja.

El lobo se avalanzó sobre Slein, el cual esquivó con un salto y atacó arrojando 4 cuchillos de obsidiana. Garm gimió de dolor sintiendo los cuchillos clavarse completamente en su lomo, pero al instante gruñó a Slein. Slein seguía en el aire. Garm saltó hacia él, más rápido de lo que caía y lo atrapó por la pierna. Lo asotó y sacudió varias veces para finalmente arrojarlo. Slein cayó al piso, seminconsciente. Su pierna estaba deshecha: piel, músculos y huesos pulverizados. Además, debido a los azotes, tenía varios huesos rotos en el cuerpo. Garm se dirigía hacia él. Se incorporó y levanto su mano en dirección a Garm. Emitió una onda de choque distinta a las anteriores y los 4 cuchillos de obsidiana fueron atraídos hacia él, cortando al enorme lobo en el proceso. El lobo aulló una última vez y se desvaneció.

-          ¡¿Qué le has hecho a mi Garm?!
-          Se acabó, bruja, ya no te quedan trucos y yo aún puedo arrojar cuchillos
-       Muy bien, basta de tonterías. Espero que hayas disfrutado mi actuación, bufón– habló Angélica con un tono distinto al de hasta ese momento; ya no sonreía.

Era un tono tranquilo, soberbio. Levantó su mano y en un haz de luz, reconstruyó el vitral y su trono. Se sentó en él y apoyó la cabeza en su mano. De pie sobre una pierna, Slein arrojó los 4 cuchillos de obsidiana y 2 docenas de cuchillos sombra. Todos rebotaron en un escudo mágico 10 veces más denso que el anterior. Angélica suspiró, apuntó un dedo a Slein, y cantó: “Decadencia”. Un delgado rayo púrpura grisáceo, tocó el pecho de Slein.

Justo cuando Ephraim entraba por la puerta, la horrida escena había comenzado. Toda la armadura de Slein comenzaba a derretirse. Este se encontraba de pie mirando atónito sus manos. Al desaparecer sus guantes, vio como un trozo de carne se desprendía de su mano. Un dedo cayó al suelo, su pierna destruida se separó de su cuerpo, su mejilla se deslizó fuera de su cara dejando a la vista parte de su cráneo. Uno de sus globos oculares se derritió, un brazo rodó por el piso, su sección abdominal se abrió por la mitad y sus órganos se esparcieron por el suelo. Ephraim corrió hacia él gritando su nombre, pero al llegar solo alcanzo a tocar su bufanda, antes de que Slein se transformara completamente en polvo. El grito de Alie no se escuchó. La bufanda desapareció en manos de Ephraim.

-          Te estaba esperando, joven de la capa. Tu amigo logró entretenerme unos minut-
-          Silencio.
-          ¿Qué has dicho?
-         
-          ¡¿Cómo osas callarme escoria?! ¡¿Acaso sabes quién-
-          Dije que guardes silencio – dijo Ephraim al mismo tiempo que perforaba a la Emeratriz con la mirada. El íris de sus ojos brillaban de color dorado. Su aura negra y dorada se condensaba a su alrededor.

Ephraim comenzó a caminar en dirección a Angélica. La Emperatriz tembló: era la primera vez que sentía miedo. Se levantó de su trono y apunto su mano a Ephraim.

-          ¡Inconcebible! “Decadencia” – gritó tiritando Angélica.
El rayo tocó a Ephraim, sin embargo, continuó caminando hacia ella.

-         ¡Insolente! – gritó nuevamente, mientras dibujaba un enorme círculo mágico que se dividió en decenas de círculos distintos. De cada uno de estos, emergió un Garm del mismo tamaño y poder que el primero - ¡Acaben con él!

Todos los lobos se abalanzaron sobre Ephraim. Sin dejar de avanzar, Ephraim invocó su espada. Cortó a todos y cada uno de los Garm, como si no hubiesen estado ahí. La Emperatriz retrocedió. Disparó muchas veces “Decadencia”, sin que surtiera efecto. Ephraim golpeó con la palma de la mano el escudo mágico y lo hizo pedazos. Miró cara a cara a la Emperatriz, y la atravesó por el pecho con su espada.

-          ¿Quién eres? – preguntó Angélica.
-          Dije… Silencio…
 “Quiebre Ignición” cantó Ephraim. Soltó su espada aún clavada en Angélica e instantáneamente tomo en brazos a Alie, uno de los cuchillos de obsidiana de Slein y escapó del castillo.


-          ¿Ha llegado mi hora? Bueno, de todas formas, es lo que siempre quise… Volver a la nada… - pensó la Emperatriz, mientras la espada clavada en su pecho vibraba, se ponía al rojo vivo y detonaba en una enorme explosión.


De Martín Castro
Para Catalina Harvey

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