viernes, 3 de junio de 2016

Memorias de Invierno

El cambio de temperatura al salir de la ajetreada casa le acarició suavemente la cara, librándolo de las tensiones. La luna se escondía entre espesas nubes grises que no dejaban ver las  estrellas.
A su espalda todavía se escuchaban las risas y gritos de los miembros de su familia que seguían a la mesa, borrachos de vino y alegría. Insoportables. Los niños yacían dormidos en los sillones, babeando el terciopelo y peleándose las mantas sin despertarse. El fuerte olor a muérdago y licor de huevo se mantenía tercamente en su ropa, sospechaba que pasarían un par de días hasta poder quitárselos. Perfecto.
Deslizó la silla por el escalón torpemente mientras su hermano cerraba la puerta, despidiéndose entre risas del resto de la familia. Incapaz de hacer dos tareas a la vez, su hermano había corrido el paragua dejando su pierna izquierda desprotegida. Supuso que le hubiese dado frío, si la sintiese.
Llegaron al antiguo escarabajo de su padre, y poniendo la silla paralela a la puerta esperó a que su hermano la abriera. Como siempre, lo levantó sin esfuerzo aparente y lo colocó en el asiento del copiloto.
Escuchó el golpe de la puerta trasera al ser cerrada por su fornido “asistente”. Su silla no se plegaba bien, por lo que había tenido dificultades para  guardarla en el baúl del destartalado auto. Se subió empapado, hoy se resfriara. El pensamiento lo alegró, alguna vez que sea él el enfermo. Nada más que una fantasía, estaba seguro, parecía inmune al frío, poseedor de una salud y vigor que solo existía para atormentarlo. A él, en su silla. Luego de decir algo a l,o que no prestó importancia,, prendió el auto.
Estaba oscuro. Las luces se prendieron penetrando en la espesa lluvia. Ahí, en la oscuridad de la noche, parecía como si solo estuviese lloviendo en ese delgado triangulo de luz que parecía extenderse hasta el infinito. Se quedó observándolo, anhelando que su vida, y su mundo pudiesen reducirse a algo tan simple. Sin dolores, sin necesitar la ayuda de nadie para nada, sin una familia que lo trataba con demasiado cuidado y cariño, recordándole de forma constante su condición. Si tan solo pudiese penetrar en la lluvia, en cada gota que caía con vehemencia y perderse en ella. Cumpliendo así, su único propósito. Comenzando y terminando su existencia en el rango del haz de luz. Un par de segundos.
No notó cuando el auto empezó a moverse, ni escucho el constante balbuceo de su hermano, el cual parecía volverse especialmente conversador al manejar. Lo único que existía era esa pequeña área de lluvia iluminada, que se convertía en copos de nieve.
Se sentía atraído, e  incluso aunque hubiese querido apartar la vista ya no estaba seguro de poder.
La nieve comenzaban ya a cubrir los muebles del jardín. A su lado, su señora disfrutaba su imperdible café matutino.
Respiró una bocanada de aire puro, e, interrumpiendo el silencio, le preguntó si le gustaría salir a dar un paseo en bicicleta.
-Estas loco? -Contestó desconcertada.- Debe haber cinco grados bajos cero, porque querrías salir con este frío?
-Y porque no? Contestó él sonriendo. La belleza del entorno lo tenía especialmente alegre,
Reacia, decidió acompañarlo. El parque que se extendía detrás de la casa,  recorría una suave pendiente. Se adentraron cada vez más en el bosque, siempre subiendo. El aire frío llenaba sus pulmones y lo motivaba a subir cada vez más. Su señora, ya hace un par de minutos, se había detenido a mitad de camino, esperando sentada en un árbol caído.
-no vayas muy lejos, deberíamos volver a la casa, no me quiero enfermar.
Ya arriba, le dedicó una corta mirada al paisaje y comenzó el descenso. Los copos de nieve golpeaban su cara, y el viento le hacía entrecerrar los ojos. Con los pies en los pedales,bajaba a toda velocidad por entre los árboles que, como las gotas, comenzaban y dejaban de existir, al pasar a su derecha e izquierda.
A mitad de camino, se cruzó un animal que no pudo distinguir, al esquivarlo perdió el control. La rueda trasera pasó sobre su cabeza y  ambos, hombre y bicicleta rodaron colina abajo. Lo que vino después no fue más que una mezcla de sensaciones y miedos. En la violencia del descenso sintió el contacto de la roca fría sobre su espalda baja.
Todo se oscureció.
Tres días después, despertó en el hospital. Desorientado vio a su hermano y a sus padres, pero, donde estaba ella?


-Despertó! – gritó su madre y todos se precipitaron al borde de su cama.
-qué pasó?- preguntó.
-No te preocupes, tienes que descansar- contestó su padre
- Dónde está Emilia?
- Todo está bien hijo, trata de dormir- dijo su madre tratando de convencerse a sí misma
- Dónde está mi esposa?! Gritó desesperado
Supo por la cara de desolación de su familia que algo no estaba bien
-Agustín- Dijo su padre.- Ha pasado algo terrible … tus piernas... Emilia se ha ido..

-Agustín.. – Agustín.. Agustín!
Qué?! Respondió sin saber quien lo llamaba. La voz de su hermano se mezclaba con el sonido del granizo contra el capó. Habían llegado.  
-Vas a quedarte ahí toda la noche? súbete a la silla y entremos a la casa.

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