Sofía iba y venía del trabajo a su casa, una y otra vez, sin
parar, pasando largas noches y perezosas mañanas en su lujoso apartamento en la
zona alta de la ciudad.
¿Su aspecto? Siempre impecable, el largo pelo rubio alisado
y tomado en una alta cola de caballo, sus ojos siempre maquillados con
sobriedad, un par de anillos, uno por mano, un collar con una cruz, todo de
oro… y por supuesto, trajes de diseñador, todos en la última moda del momento.
Todo esto le había ganado el respeto y admiración de sus
compañeros de oficina, quienes siempre querían acercarse a ella, pues Sofía era
la imagen del éxito.
Ir, venir…ir y venir, su vida en la oficina, el happy hour
con los compañeros, los cafecitos del sábado con las amigas del colegio, todo
aquello sólo era sobre meras trivialidades… ¿Era realmente vivir? Sofía no se
permitía a si misma siquiera preguntárselo.
Lo cierto es que, aunque la vida de Sofía pareciera la vida
soñada, una vida increíble…era un mero copiar y pegar de lo que, desde niño, te
dicen en revistas y películas que debes aspirar y tener.
Y tenemos allí a Sofía, acostándose en su cama, luego de un
lunes particularmente largo, soltando su pelo y quitándose los tacones… suspira,
mira al techo, sabiendo que algo le falta.
Tiene 34 primaveras y lo tiene “todo” … pero sin duda
alguna, algo le falta.
¿Y sus locos sueños de cuando era joven? Con un cuaderno
para anotar sus canciones, viajar en una casa rodante, recorriendo el mundo, viéndolo
todo… porque Sofía viaja, sí, pero no con esa encantadora incertidumbre.
Sofía olvidó sus sueños por ser “exitosa” …o al menos, por
seguir lo que otros le dijeron que era ser exitosa.
Sofía dejó a su novio de toda la vida, aquel a quien ella
amaba, porque su familia y sus amigos repetían “Es músico, nunca llegará a
nada… ¿Qué clase de meta es esa?”
Y acostada en su cama, Sofía se da cuenta de que el problema
en su vida, es que no la ha vivido por sí misma, de que lo que le falta…es
realmente vivir.
A medio día de ese martes, llega Sofía a su oficina, cabello
suelto y alborotado (como lo tiene de forma natural), todos sus anillos
favoritos en sus manos (aquellos que nunca usaba juntos porque “era
demasiado”), sandalias de plataforma, blusa negra y plateada y sus jeans
favoritos.
Renuncia y ríe, pues se siente libre… sus compañeros la
miran boquiabiertos mientras ella simplemente se va, sin siquiera molestarse en
recoger sus cosas.
Sofía llama a su novio, aquel al que había dejado hace ya
varios años, esperando que él no la hubiese olvidado, la respuesta de él es “la
casa rodante lleva esperándote todo este tiempo… ¿Nos vamos ya?”
Y así, tenemos a Sofía con su cuaderno, y al novio con su
guitarra… no saben a dónde irán, pero tampoco importa mucho, pues sea donde
sea… van a vivir.
Y allí, paisaje tras paisaje, grandes ciudades y hermosas
campiñas, Sofía respira todos esos distintos aires, libre y plena, y deja de
ser esa mujer “de revista”, para ser alguien verdaderamente feliz… con el
pasado a su espalda y su amado futuro incierto, ella sonríe y dice “Estoy
lista”
Alice
Arthagon.
Qué lindo, Ali :c
ResponderEliminarMe gustó mucho
Me encantó, sobre todo, porque es muy optimista!
ResponderEliminarMe gusta mucho cómo describes su presente, vas construyendo por qué ha caído en el circuito de trabajar y arreglarse y no mucho más, y uno como lector sin querer se mira un poco a sí mismo cuando preguntas "¿era realmente vivir? También me gusta el giro que hace.
ResponderEliminarSolo me da duda el final, me gusta que sea optimista, pero creo que puede cuidarse un poquito para que sea más verosímil o creíble.
Me gusta! Tiene una narrativa bastante agradable y "seguible" y el tema bien llamativo, esta mujer que hace lo que poca gente se atreve.
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