jueves, 31 de marzo de 2016

Tortura

La señora J.R (me está prohibido reproducir nombres, dada la naturaleza del caso) llevaba horas sentada y temía una inminente formación de hemorroides, aunque hasta el momento su cuerpo había zafado olímpicamente de ellos. Había esperado pacientemente durante largos minutos que se hicieron horas, mirando hacia el infinito y haciendo un esfuerzo tremendo por permanecer con el semblante adusto, aunque no podía reprimir una sonrisa cada vez que uno de esos simpáticos jovencillos que la retrataban a través de las palabras le miraba inquisitivo. De pronto, llegó. Fue un arribo silencioso e impredecible, sólo captado por ella. La señora J.R suspiró resignada: le había pasado otras veces. El dolor insoportable, la furia contenida de las fuerzas de la naturaleza, todo sólo en ella. Miró, implorante, a los jóvenes semblantes que intentaban penetrar en su alma a punta de lápiz y papel, pero nadie la observaba. Cerró los ojos con resignación, mientras los sentía llenarse de lágrimas y notaba cómo su frente se perlaba de sudor. ¡Dios Santísimo, cómo dolía!
Por fin, el momento llegó. Sonó una alarma, los curiosos estudiantes dejaron de escribir y le fue concedido el permiso de retirarse. J.R casi no se pudo parar: los padecimientos ya habían alcanzado su punto álgido. Miró nuevamente: quizás si miraba demasiado a alguien acabaría cediéndole su sufrimiento (una vez le contaron que se podía). Pero el dolor no cejó. Incluso se permitió incrementar su intensidad un poquitito…
J.R salió del aula aquejada del dolor más intenso. Caminó un par de metros transidos de padecimiento; luego, como por milagro, una sonrisa apareció en su cara y se alejó transmitiendo la más pura de las alegrías. Sólo quedó de ella, como memorial de su existencia, un ligero olor a sulfuro


Franco Belloni.

3 comentarios:

  1. Oh... me intriga mucho la historia... es tan abierta, deja tanto a la imaginación...me recuerda a esas historias en que cualquier persona puede terminar leyendo algo distinto.
    Me gusta mucho!

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  2. Opino igual que Alice, es una historia abierta, y me encanta porque permite mayor juego con el lector

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  3. Jajaja, bueno, sin duda original, es curioso imaginar que en situaciones cotidianas un profesor o una cajera o el conductor de bus estén con problemas físicos, más que con cualquier otro problema personal o afectivo.
    Me gusta que no termine con punto final, no sé si es a propósito, pero le da un toque.

    Sin embargo, aunque es bueno que te fuiste por el humor y no hiciste lo mismo que tus compañeros, me faltó pareció una salida fácil y eché en menos, tal como escribiste tú, que "penetrar(as) en su alma a punta de lápiz y papel".

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