domingo, 8 de mayo de 2016

Atrapada en él

Salí corriendo lo más rápido que pude de la casa, necesitaba alejarme lo más posible de ese lugar. Tenía poco tiempo, lo sabía. Seguí corriendo intentando dejar de lado los pensamientos, que cual dardos, agujeraban mi cabeza. “¿Qué pasaría si él volvía antes a la casa?” Un escalofrío recorrió mi cuerpo a la vez que paraba a tomar aire. No podía permitirme pensar en eso. Respiré hondo y seguí corriendo.
Lo había planeado hace semanas, meses. Todo iba a salir perfecto, simplemente tenía que llegar a la estación de buses y todo estaría bien.
Cuando finalmente llegué estaba exhausta, pero no me importaba, me acerqué a una ventanilla y compré un pasaje al sur, que salía en 10 minutos. El vendedor me miro con una extraña mirada cuando le pagué con monedas, bajé la mirada y camine hacia el estacionamiento. Esas monedas eran todo lo que tenía, lo único que había podido juntar sin que él lo notara
No tuve que esperar mucho, a los pocos minutos ya estaba arriba del bus, en un asiento al lado de la ventana. 5 minutos después, empezó a ponerse en marcha.
“Estoy a salvo” pensé, y por fin, después de 2 años, pude relajarme. ¿Cómo había llegado a este punto? Cuando era adolescente no lograba entender que una mujer abusada se quedara con el marido. Más tarde, ya casada, logré entenderlo.
Cerré los ojos mientras comenzaba a recordar:
Al principio era un caballero conmigo, pero cuando más tarde comenzamos a tener problemas de plata, todo se vino abajo. Llegaba a la casa y se enojaba conmigo porque no tenía la comida lista.
Una lágrima se me escapó cuando recordé la primera vez que me había levantado la mano; al día siguiente volvió con flores pidiéndome perdón, lo perdoné, ¿qué más iba a ser? Lo amaba.
Poco a poco, las golpizas se fueron haciendo mas frecuentes, hasta que ya ni me pedía disculpas, me convertí en trapo para él. Por más que intentaba que todo estuviera bien para él, siempre se enojaba por algo, una mancha en el mantel, el arroz frío, mi vestido de “monja”.
Nunca se lo conté a nadie, yo sí lo  entendía, “y lo sigo entendiendo” pensé. Cada vez salían más y más lágrimas, yo lo amaba, “lo sigo amando; se va a poner tan furioso cuando llegue a la casa y vea que me fui, va a sufrir tanto”.
“¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo pude dejarlo? ¿Cómo puedo ser tan egoísta? Tengo que bajar del bus, tengo que volver donde mi marido, él trata de hacer las cosas bien, yo soy la que lo arruina siempre”
Me comencé a desesperar, me levanté de mi asiento y lo único que atiné a hacer fue gritar:
—¡Paren el bus!

2 comentarios:

  1. Está muy bueno! Refleja muy bien una realidad muy fuerte y a la que muchas veces se le hace el quite. Otra vez lograste emocionar con tu cuento, por lo mismo de que lo que escribes lo escribes con sentimiento. Me encantó el final.
    Fíjate eso sí en el "...me MIRO con una extraña MIRADA cuando le pagué con monedas, bajé la MIRADA..." eso sí.

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  2. Nachita, ¡Qué fuerte! El personaje que haces es brígido, describres esa situación sin usar clichés, y de una forma ultra realista.... a tal punto que me daban ganas de interactuar con el personaje, de ayudarlo.
    Igual que tu pauta 2, me provocó muchas emociones tu cuento...sigue así

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