Mientras la profesora nos pregunta nuevamente si hemos
entendido casi sonrío al pensar que hace un tiempo mi mayor problema era
precisamente resolverlos, Matemática nunca había sido mi fuerte, y muchas veces
había sentido ganas de gritarle a la profesora que no sabía la respuesta, ahora
también tenía ganas de gritar, pero no a ella, tenía ganas de gritarme a mí
misma.
Mi vida se había convertido en una ecuación donde existían
dos formas de resolverla, y ambas me llevarían al mismo resultado, sin embargo
el inconveniente no era encontrar la solución, era que esta no me gustaba.
Rápidamente dirijo la mirada a mi vientre y compruebo con
alivio que aún se ve plano “Aún no ha crecido, y quizás nunca lo haga” pienso,
pero esto no evita que el miedo comience a hormiguear en mi interior. “¿Es mi
miedo?, ¿Tal vez de él?, o ¿Será ella?”.
Mis preguntas sin respuestas se ven interrumpidas por un
recuerdo muy lejano, casi borroso. Era mi cumpleaños y por fin mis abuelos me
habían regalado esa muñeca que tanto quería, podías llevarla al baño, cambiarle
ropa, en resumen el entrenamiento perfecto para jugar a ser mamá. “Quizás no
sea tan difícil, solo estoy cambiando de juguetes” me digo intentando
tranquilizarme, pero antes de lograr engañarme vuelvo a ver la cara de mis
abuelos solo que esta vez el orgullo de sus miradas ha sido desplazado por la
decepción, casi puedo escuchar como sus expectativas puestas en mí se rompen.
No puedo desilusionarlos, y las palabras
de mi amiga Rocío aparecen en mi mente “Hay unas pastillas con las que
rápidamente puedes deshacerte del problema”.
Y es así como vuelvo al comienzo, tengo dos caminos
completamente diferentes, pero que me llevan a un mismo resultado: Culpa.
Culpa por cortar mi vida, culpa por cortar otra vida.
Culpa por arruinar mis oportunidades, culpa por no darle la
oportunidad.
Mientras busco inútilmente la solución a la ecuación de nuestras vidas, una mano en mi hombro me
sorprende, es mi profesora.
-Marina, ¿puedes resolver el problema?
Retiro rápidamente la mano de mi vientre que lleva un rato
ahí, el hormigueo casi ha desaparecido. Me toma un minuto entender realmente a
que se refiere, y antes de que me lo pregunte nuevamente me dirijo a la pizarra
lentamente, sin saber la respuesta.
Consuelo Mondaca
Varas
Consu, está muy bien lograda la psicología del personaje....el cuestionamiento, las opciones....de verdad te pones en su piel, lo que es una de mis cosas favoritas en los cuentos.
ResponderEliminarTambién destaco el final, el que no sepamos que opción decide ella....me deja pensativa, y esperando por más, jajajajajaj
Consu, está muy bien lograda la psicología del personaje....el cuestionamiento, las opciones....de verdad te pones en su piel, lo que es una de mis cosas favoritas en los cuentos.
ResponderEliminarTambién destaco el final, el que no sepamos que opción decide ella....me deja pensativa, y esperando por más, jajajajajaj