sábado, 14 de mayo de 2016

Princesa


-      ¡Ay no, estoy atrasada! -arrojé las sabanas junto con mi perro y corrí al baño.

Ducha rápida, pelo castaño claro semi peinado, desodorante, ropa limpia. No tengo idea como, pero en 20 minutos estaba arriba del auto y camino a la universidad. Primer día de clases de mi segundo año de Ingeniería Comercial y ya iba tarde, excelente manera de comenzar el semestre.

-      ¡Señora, decida si va a cruzar o no! -siempre me tocan estas viejas que no saben ni adónde van, ¡y con toda la calma del mundo! Como si uno no tuviera que llegar a cierta hora a cierto lugar.

Detuve el auto en el penúltimo estacionamiento libre y corrí a la sala donde tenía inglés. Llegué a cinco minutos de haber comenzado la clase, por lo que me encaminé al final de la sala con la cabeza gacha. Una chica de tez morena y pelo negro se sentaba solitaria en ese sector. Tomé el puesto de su derecha.

-      Hola, ¿cómo te llamas? -dijo con un tierno susurro.
-      Alicia, ¿y tú? -respondí esbozando una sonrisa.

Así conocí a Catalina que, por mera coincidencia, tenía la siguiente clase conmigo: Microeconomía. Por lo general no soy tan sociable, no me gusta andar contando mis cosas y soy más bien introvertida. Ciertos acontecimientos de pequeña me marcaron, pero prefiero no recordarlos.

Antes de llegar a la sala, me separé de la Cata para ir al baño. Cuando regresé, la Cata estaba sentada con alguien más. Un chico ocupaba el puesto de su izquierda. Jamás lo había visto. Me senté a la derecha de la Cata. No paraban de conversar, parecía que se conocían hace mucho. Evité hacer cualquier pregunta o comentario y me concentré en la clase. Al terminar tomé mis cosas rápidamente, pero antes de irme la Cata giró su cabeza hacia mí:

-   ¡Alicia, no te presenté! ¡Soy terrible! -dijo mientras daba la vuelta, cambiaba de lugar al joven y lo empujaba hacia mí- Felipe, Alicia. Alicia, Felipe. La conocí en inglés, ¡es muy amorosa! -
Hola Alicia -dijo sonriendo el joven de tez trigueña, pelo negro corto y ojos cafés, mientras acercaba su rostro y me saludaba con un beso de mejilla con mejilla. No más de tres o cuatro centímetros más alto que yo. Si me ponía tacos, lo pasaba.
-    Hola, mucho gusto -respondí.
-    Igualmente - dijo con otra sonrisa y dirigiéndose a la salida.

Volví a mi casa y pensé que quizás, este semestre, sería distinto a los otros.

En Microeconomía nos reíamos mucho con la Cata y Felipe, en especial Felipe y yo cuando nos reíamos de las ridiculeces de la Cata y la molestábamos entre los dos. Felipe siempre estaba con su celular jugando en clases; ¡no entiendo como tenía mejores notas que yo si yo siempre presto atención y estudio! Bueno, quizás yo también jugaba con el celular... Un poco... En mi casa todos son connotados en lo que hacen: mi papá es médico reconocido a nivel nacional, mi mamá hacía las campañas presidenciales de un ex presidente, mis tres hermanos mayores, todos con notas sobre 6,5 y eran ingeniero civil, abogado y otro ingeniero comercial. Mi hermana grande estudiaba odontología y, lo mismo, excelente alumna, puros 6,5 o más. Luego venía yo, la oveja negra que, si tenía suerte, pasaba el 5. La que le gustaba escribir, ver series y jugar en el celular o en el computador. Y después de mí, estaba mi hermana chica que aún está en el colegio.

-     Cata, ¿vamos a almorzar? -la invitó Felipe al término de la clase.
-     Pucha Felipe, tengo que hacer unos trámites, de hecho, me tengo que ir volando -contestó.
-     Volando... -bromeó Felipe- No te preocupes. Alicia, ¿quieres almorzar conmigo?
-     ¡Bueno! -dije alegremente.
-     Vamos entonces.

El almuerzo fue muy entretenido. Me contó cómo conoció a la Cata, sobre su familia, sus pasatiempos y me hizo reír mucho... Quizás demasiado... Ojalá no me haya visto tonta. Yo también le comenté sobre algunas de mis cosas, incluyendo que escribía y veía series. ¡No podía creer que le hubiese contado! ¡Además él también escribía y veía las mismas series que yo! Bueno... No las mismas, pero algunas parecidas. Nadie excepto mi familia y mis amigas más cercanas sabían que escribía. Su compañía era realmente agradable; me sentía muy bien estando con él. Algo me hacía confiar en él. Fue una tarde realmente singular.

A la clase siguiente, nos sentamos lado a lado, dejando a la Cata a la izquierda de Felipe y yo a su derecha. La profesora nos llamó la atención varias veces por las risas y la conversación, pero no nos importó. Cuando ya eran demasiadas llamadas de atención, hablábamos por WhatsApp, pese a que estábamos sentados juntos. Era muy divertido, porque la conversación en voz alta desaparecía, pero las risas continuaban.

-      No, no, esto no puede ser -dijo la Cata- Felipe, ¿me cambiaste por la Alicia?
-      ¿Qué? -replicó Felipe riendo.
-      Sí, ahora sólo le hablas a ella, y la miras a ella, y, y... Y eso... -contestó bromeando.
-      ¿Estás celosa? -dije molestándola.

Todos reímos y nos retiramos.

Llegó la semana de exámenes. Mis padres empezaron a presionarme, diciendo que tenía que sacarme buenas notas. Intentaba estudiar, pero no lograba concentrarme. Mi estrés empezó a subir hasta alcanzar niveles críticos. Mi celular vibró, alertando un mensaje. Era de Felipe. Como si fuera adivino, preguntó cómo iba mi estudio. No sé por qué, pero me desahogué con él, contándole que no me sentía valorada por mis papas, que nadie en mi familia me entendía, que estaba cansada de que me fuera mal en la universidad... Debe haber pensado que era una idiota, por estar preocupada por cosas tan simples y sin sentido. Pero no dijo nada de eso. "Princesa, no te preocupes. Te prometo que todo va a mejorar. Si necesitas ayuda con algo, yo feliz de ayudarte" fue el mensaje que llegó. Sonreí.

Terminaron los exámenes y pasé todos los ramos. Felipe y la Cata también. Felipe y yo hablábamos con más frecuencia por WhatsApp. Llegó el siguiente semestre, después de las vacaciones de invierno que prácticamente no existieron, junto con un mensaje de Felipe. Me invitaba al cine. Acepté muy feliz. Fuimos con dos amigas en común que teníamos. Al terminar le ofrecí a Felipe llevarlo a su casa. Aceptó. En el camino, nos llevamos la sorpresa de que compartiríamos dos ramos este semestre. No podía borrar las margaritas que se formaban en mi cara. Él también sonreía. No dijimos nada por unos minutos. Al llegar a su casa, nos despedimos. Tomó mi rostro delicadamente con una mano, y besó mi mejilla. Luego, se bajó del auto y entró a su casa. Sentía la cara en llamas y mis manos tiritaban un poco. ¿Qué me pasa? Volví a mi casa y preparé mis cosas para comenzar el nuevo semestre.

Las clases seguían siendo muy divertidas con Felipe, pese a que la Cata no compartía ningún ramo con nosotros. Un viernes por la noche, una amiga en común hizo una junta en su casa. Felipe también estaba invitado. Esa tarde, cocinamos sushi. No sé si soy muy buena cocinando, pero sí que me encanta cocinar y que, por lo general, a la gente le gusta lo que cocino. Felipe era bastante hábil también. Más tarde, conectamos una consola de videojuegos a la tele y nos pusimos a jugar.

-      Alicia, ¿alguna vez te ha hecho un masaje Felipe? -comentó de la nada la dueña de casa.
-      No, nunca -contesté directamente y desviando mi mirada a Felipe, que estaba sentado en uno de los sofás y muy concentrado en el videojuego para no perder. Me senté en una silla cerca de los aperitivos.
-      ¿Quieres uno? -ofreció Felipe sin dejar de mirar la pantalla.
-      Bueno -dije sin pensarlo.

Felipe se levantó del sofá y se me acercó. Se puso detrás de mí. Tomó delicadamente mi cabello y despejó mi cuello.

-      Relájate... -susurró en mi oído.

Incliné la cabeza y mi pelo ahora tapaba mi cara, así que no se notó como me ruborizaba. Respiré hondo y solté los hombros. Comenzó suavemente a tocar la parte baja de mi espalda con su dedo índice, los costados de la columna, presionando levemente a medida que subía. Cada vez que presionaba, algún músculo tenso se relajaba. Era como si supiera exactamente donde tenía molestias. Cuando estaba por llegar a mi cuello, volvió al principio, pero esta vez con todos sus dedos. Subió y esta vez se extendió a mis hombros. Estaba como hipnotizada; no me movía. No podía moverme. Se sentía demasiado relajante. Luego de los hombros, dirigió sus manos a mi cuello. Un extraño escalofrío se esparció por todo mi cuerpo, derrocando todo vestigio de resistencia ante el relajo y el sueño que se apoderaban de mí. De la nada, sentí dos leves palmadas en la espalda. ¿Cuánto tiempo había estado en trance? Abrí los ojos, los cuales no recordaba haber cerrado. Felipe estaba sentado nuevamente en el sofá, jugando contra otro invitado. Era su turno.

-      Gracias Felipe -dije sin mirarlo a los ojos. Él me miró y sonrió.

Luego de un rato, fui y me senté a su lado. Tenía un chal en las piernas, el cual tomé y, por bromear, lo tapé hasta la nariz. ¿Qué estoy haciendo? Él rio, y se apoyó hacia mí. Pasaron unos segundos y lo despegué de mí, enderezándolo en el sofá. Me miró extrañado. Claro, ¿quién no lo haría? No sabía qué me pasaba. Luego de un par de horas, terminó la junta. Volví a mi casa y dormí más relajada que de costumbre.

Un jueves antes de la segunda semana de pruebas, invité a Felipe a estudiar a mi casa. Nos sentamos en el living, alrededor de una mesa sentados en la alfombra y estuvimos un buen rato repasando y haciendo resúmenes. Hace un par de días había tenido un problema con una amiga del colegio. Sin querer se lo comenté y escuchó atentamente. No tengo idea qué me pasó después, pero empecé a contarle la historia de cuando era pequeña, y todos los problemas que tuve. Él escuchaba en silencio cada palabra, mirándome fijamente desde el otro lado del living. Cuando llegué a la parte más importante de mi historia, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas. Felipe se levantó. Dio la vuelta al living. Se sentó detrás de mí, me abrazó por el cuello y la cintura, y me apoyó hacia él. Yo me sujeté de su brazo. Mi corazón se había calmado. Me dio un beso en la cabeza, acarició mi pelo y me dijo: “ya pasó princesa, no te preocupes”. Luego de unos minutos sin movernos, se enderezó. Nos quedamos sentados y él me contó su historia de cuando era pequeño. Le hice una suerte de caricia en la rodilla. Nunca había vivido algo semejante a esto. Él tomó mi mano; yo no moví la mía. No sabía cómo reaccionar. Luego de unos minutos más, y que ambos habíamos terminado nuestras historias, volvimos a nuestros sitios y terminamos de estudiar. Esa noche dormí muy tranquila. Como si hubiera liberado una enorme carga de mi pecho.

Para uno de los ramos matemáticos más difíciles, hacíamos todas las tareas juntos. Luego de la semana de pruebas, Felipe me preguntó por WhatsApp “Princesa, ¿hacemos la cuatro juntos?”. No le contesté. ¿Qué me pasa? Volvió a preguntar al día siguiente. Nuevamente, no le contesté. ¿Qué estoy haciendo? Insistió por dos días más y yo seguía sin contestarle. ¿Por qué no le contesto? Lo más extraño, era que seguía conversando con él de cualquier otra cosa, pero no era capaz de contestar su pregunta.

El fin de semana, organicé una junta en mi casa. Invité a muchos amigos y amigas incluyendo a Felipe. Estuve toda la noche sin hablar con él. ¿Por qué no le hablo? Felipe no conocía a nadie además de mí, así que estuvo en una esquina del sofá casi toda la noche, hasta que fue a hablar con una amiga mía. Eventualmente todos los invitados se fueron excepto él. Eran casi las cuatro de la mañana y él seguía en el sofá. Me senté en el sofá del frente y saqué mi celular para disimular que hacía algo.

-      ¿Nos vamos a quedar así? -preguntó repentinamente Felipe y con tono serio.
-      ¿Cómo? -respondí sin entender.
-      Así, sentados haciendo como si tuviéramos algo que revisar en el celular a las cuatro de la mañana y sin conversar -contestó mirándome fijamente y con los ojos a media asta.
-      Emm… yo estoy bien así -dije, sabiendo que no era verdad. No entendía qué me pasaba.

Felipe se levantó, cruzó la sala y se sentó a mi lado. Seguí mirando mi celular.

-      No te voy a pedir que me des la respuesta a la pregunta que llevo haciéndote toda la semana, pero quiero que al menos me digas por qué no me contestas - dijo directamente. Se me heló la sangre y podía escuchar los latidos de mi corazón retumbando por todo mi cuerpo. Pasaron unos segundos en silencio.
-      Es que… Yo… No quería que las cosas se dieran tan rápido… - dije finalmente. ¿Qué acabo de decir? ¿Qué está pasando?
-      ¿Qué? -preguntó, sin realmente esperar respuesta.

El tiempo se detuvo justo después de esa pregunta retórica, y lo siguiente que dijo Felipe:

-      Alicia, tú me gustas. Y me gustas mucho.

Mi corazón iba a explotar. ¿Qué acaba de pasar? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Yo le gusto a Felipe? ¿Por qué? ¿Qué respondo?

-      Perdón Felipe, pero yo no te puedo ver más que como amigo.
-      Una lástima… Pensé que, con todo lo que hacíamos y compartíamos, teníamos algo.

Se levantó y se fue.

Después de ese día, dejamos de hablar por WhatsApp. Para que decir que no hicimos la tarea cuatro juntos. De hecho, en todas las clases que teníamos juntos, dejé de sentarme con él, y una chica de pelo castaño, que no tenía idea quién era, se sentó a su lado. Traté de fingir que no me importaba. Todo eso duró casi dos meses, hasta que llegaron los exámenes finales. El día del último examen, estaba sentada repasando la materia, cuando de pronto Felipe apareció.

-      Hola Alicia -saludó amablemente.
-      Hola -dije casi sin mirarlo.
-      ¿Vas bien para el examen? -preguntó.
-      Si, ¿y tú? -respondí
-      Súper, prácticamente no necesito nota -replicó orgulloso.
-      Que suerte -le dije sin saber qué estaba pasando.
-      Bueno te dejo repasar tranquila -agregó sonriendo.


Dio media vuelta y se dirigió hacia la misma chica de pelo castaño que se sentaba a su lado en la clase de matemática. Sólo pude notar como mi boca se desfiguraba incontrolablemente hacia abajo, mis ojos llenarse de lágrimas, mi corazón bajar su ritmo cardíaco, al ver a Felipe besar a esa chica y decirle “no te preocupes princesa, ella es solo una conocida”.

3 comentarios:

  1. Martin.. La verdad.. Este cuento me acuerda a los q escribia yo en 5to-6to basico.. Cuentos de "amor" pero yo no sabia en vdd todo lo q uno sentia.. Y siento q te pasa lo mismo.. Escribes como tu crees q piensan las mujeres.
    Yo hacía lo mismo (era muy chica y tmpoco sabia lo q era eso)..
    Cm q no me convence la forma de escribir por eso... El final esta bueno, me gusto.. Y el titulo tmbn :)

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  2. Martin.. La verdad.. Este cuento me acuerda a los q escribia yo en 5to-6to basico.. Cuentos de "amor" pero yo no sabia en vdd todo lo q uno sentia.. Y siento q te pasa lo mismo.. Escribes como tu crees q piensan las mujeres.
    Yo hacía lo mismo (era muy chica y tmpoco sabia lo q era eso)..
    Cm q no me convence la forma de escribir por eso... El final esta bueno, me gusto.. Y el titulo tmbn :)

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  3. Martín, encuentro que las reacciones de él están super bien hechas, incluso puedo imaginarme a mí misma actuando igual en la misma situación....pero las de ella no me calzan demasiado bien para una universitaria...quizás si fuera en media en el colegio me lo creería mejor, pero al final es un detalle...la historia está bastante buena, y me agradó.

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