Rosario Ovalle G.
Aún la recuerdo: alta, morena,
ojos verdes; ojos verdes que se clavan en tu alma con dulzura. Andaba con un
vestido blanco, botas café y pañuelo al cuello. De su brazo derecho, colgaba un
chaleco rojo, mientras cargaba un libro, y del izquierdo, una cartera del mismo
color del chaleco.
Estábamos ambos en la estación de
trenes, las coincidencias no ocurren porque sí. Decidido, me uní al mismo vagón,
para contemplarla y atraer su mirada, una vez más. Ella se sienta y, a su
costado derecho, coloca la cartera y el chaleco. Su libro, sobre la mesa y,
antes de abrirlo, lo contempla con cierto desdén de misterio. Me bajó cierta curiosidad, por lo que me fui
acercando a ella…
-
“La habitación Dorada” de Robb, es un libro muy
esperanzador- le dije a viva voz.
La muchacha no me dirigió palabra
alguna, y siguió contemplando la portada. De un segundo a otro, comienza a leer.
Con convicción me senté frente a ella y me propuse captar su atención.
-
Me llamo Diego; Diego Ossa, soy dueño de…
-
Se perfectamente quién es usted, Diego Ossa. ¿Me
puede dejar tranquila? Quiero leer.
Nunca comprendí tal frialdad de
su parte, la miré a los ojos, pero ella había cambiado su dulzura de siempre,
por una amargura sofocante. Me paré y me dirigí al vagón anexo, no podía
comprender el actuar de Margarita, nunca fue así; siempre fue una mujer dulce y
amable, en mi mente. De pronto, una alegría inmensa recorre todo mi cuerpo al
verla acercarse a mí.
-
¿Te vienes a disculpar?
-
Acompáñame al vagón vacío.
-
¿Qué?
Me quedé en shock al escuchar su
voz susurrante, la ví seguir su camino por la hilera y, cuando la vi
desaparecer, decidí seguirle el rastro.
El último compartimento, se encontraba sumido en una ausencia de luz.
Estuve 5 minutos parado, hasta que encontré una silla donde esperarla, en ese
mismo instante, siento unos pasos que cierran la puerta y se encamina hacia mí…
-
Margarita, ¿eres tú?-
-
Dime… ¿eres uno de ellos?
-
¿Qué?
-
¡Contesta: sí o no!
-
De verdad que me estás asustando- dije con voz
temblorosa.
-
¡Por supuesto que no!
Vi cómo la mujer
me apuntaba con un arma de calibre ocho, mi corazón se detuvo y un sudor frío
me recorrió todo el cuerpo…
-
¡Papá! ¡Papá!
-
¿Ah? ¡Qué pasó!
-
Casi me matas del susto… ¡Otra vez te encuentro
con la respiración por las nubes!
Miré el reloj y
otra vez marcó las 4:20 ¿Cuándo será el día que deje de soñarla?
Rosario! Me gusta la mezcla de oniria con realidad, el sueño que tiene el hombre me intriga mucho...siento que sólo eso daba para una historia en sí, y me hubiera gustado que lo desarrollaras más.
ResponderEliminarEn todo caso, ¡Genial que te hayas animado a mezclar 2 perlas! Buena creatividad