lunes, 2 de mayo de 2016

De turno

  La lluvia caía suavemente desde el manto de nubes grises que se proyectaban sobre las hileras de eucaliptus. A lo lejos los queltehues cataban el final del día mientras el sol se escondía entre el follaje de los arboles. El camino era largo y se extendía lejos hasta perderse en el horizonte. Rompiendo la calma del paisaje la camioneta daba saltos con los baches piedras que encontraba en su ruta.
En el tablero del vehículo la imagen de cristo bailaba sacudiéndose al son del camino, y un rosario se mecía colgando desde el espejo. 
Martin cantaba a viva voz una cumbia, tratando de sobrepasar el ruido de los piedrazos y  vaivén del auto. Iba tarde y sabía que a su colega se molestaría. Manuel a quien en la cuadrilla llamaban payaso había pasado ya varios dias cuidando el aserradero y de seguro estaba impaciente por volver a Temuco. "Te demorai mas que mi señora", Martin lo habia oido usar esa talla siempre que alguien llegaba, aunque no hubiese llegado tarde y aunque no fueses el ultimo. 
El enojo del payaso le daba igual, sin embargo lamentaba que su colega tuviese que viajar de noche a Temuco. En el camino las intersecciones abundaban y de noche era facil perderse las pocas indicaciones que habían.
Finalmente Martin avisto el gran portón de fierro verde que marcaba la entrada del aserradero. Perdido en el bosque solo un par de flechas indicaban la ruta para llegar, y las idénticas hileras de árboles hacían imposible ubicarse. El aserradero era nuevo, lo habían construido a finales del año pasado en preparación para la faena que se llevaría a cabo durante los próximos meses.
Mientras Martin estacionaba alado de uno de los galpones donde guardaban las maquinarias, diviso a la figura del payaso saliendo de la cabaña levantando los brazos y vociferando. 
-Te demorai ma que mi...
Martin se bajo del auto sacando su mochila roja que llevaba en el asiento del copiloto.
-Que huea!?
-Que te demorai...
No te escucho hombre!
 Ya casi encima el uno del otro el payaso deletreó, modulando exageradamente:
QUE TE DEMORAI MAS QUE MI S E Ñ O R A. 
-Si bueno es que tu señora no me dejaba salirme de la cama. Bromeo Martin.
-Ha ha ha... Ya pasa las llaves wn, no quiero quedarme a oscura en el camino.
Martin le pasó las llaves en la mano mientras los dos hombres se daban unas palmas en la espalda saludándose y despidiéndose a la vez.
-Oye te deje ahi una botellita adentro del casillero, para que no le baje la angustia.
-Señor Payaso usted sabe como componer mi estadia. Dijo Martin soltando una carcajada.
Finalemte el payaso soltando un suspiro dijo:
-Bueno sera mejor que me encamine...Dale de comida a los perros, y porfa no lo dejes salir ahora que hay luna llena.
El payaso era de origen mapuche, vivía en Temuco al lado del estadio, al cual solía ir con una asistencia casi religiosa. Su afán por el futbol era superado solo por su afán por los completos de la Tita, una alemana que tenía un café frente al estadio. El Payaso era muy creyente en los mitos de su cultura, esto se lo debía a su abuela. Una importante machi, que lo había tratado de sacrificar a los 5 años luego del terremoto del 85 con el fin de apaciguar a los espíritus. Un paco detuvo a la vieja cuando estaba a punto de desollarlo en el rio. A partir de ese día temía que los espíritus viniesen a cobrar la vida que se les había ofrecido y luego arrebatado.
-Nose preocupe mi Lonco, no dejare que lo atrape el Chonchón.
-Ya ya ya... Callate. Mascullo el hombre mientras se subia a la camioneta.
-Chao Payaso, mandale saludos a tu señora.
-Yaaaa, Chao Cutriñitrumarichao!

La camioneta levanto una gran nube de polvo al darse vuelta y luego salió rugiendo a través del portón verde para luego desaparecer al dar la vuelta.
El silencio del bosque se apodero del campamento y solo los Queltehues lo cortaban de vez en cuando. El sol ya se había perdido entre los árboles, y el viento dejaba de acariciar sus copas, Martin cogió su mochila y se dirigió a la cabaña.

  




   Una olla hervía y su tapa danzaba al son del vapor que se escapaba por los bordes. En la encimera un tarro de atún y un cartón de crema acompañarían un paquete de pastas. En la mesa, un mantel de plástico blanco, presentaba una botella. Martin estaba sentado cerca de una de las esquinas con un vaso en la mano y un cigarro en la otra. La mirada fija en el televisor se concentraba en como la abuela salteaba unos champiñones mientras la Diana la animaba frenéticamente. 
-Vamos chiquillos! Vamos que se puede! quedan 20 min!!
Por la ventana la luna se asomaba rápidamente entre las filas de los árboles y largas sombras comenzaban a proyectarse sobre el campamento maderero.

Ya entrada la noche la televisión seguía brillando, los tallarines no estuvieron ni muy buenos ni muy malos, y la botella ya se veía media vacía. Echado, Martin languidecía viendo la pantalla; 

-Los pumas son felinos de gran tamaño que viven en la cordillera los Andes. Aqui en la precordillera tenemos la rara oportunidad de verlos cazar a su presa favorita... El huanaco. Este auqenido pastorea en los fiordos de la profunda montaña y desciende en...tzzz… grrr… chhhrr….

La imagen se perdió en un chicharreo de puntos grises y negros. Martin despertó de su letargo, presiono todos los botones del control, grito un par de chuchadas pero al final se levantó y con movimientos lentos como los de un perezoso, se acercó al televisor. Un par de palmaditas se transformaron rápidamente en golpes, pero sin embargo la señal no volvía.

Salió de la cabaña a ver la antena. Parado en el patio, se podía ver que estaba de pie. 
Algún ratón debió haberse comido los cables pensó.
Saco de la cajetilla un cigarro lo encendió y se quedó mirando el cielo. No había muchas estrellas, la Luna las había espantado todas y acaparaba la atención de la noche.
Miro un momento los perros que se habían parado en el pórtico de la cabaña y lo estaba mirando. Luego por alguna razón se dio vuelta y lo que vio le helo la sangre. 
Del otro lado del portón, pasado el camino, entremedio de dos hileras de árboles, una figura negra lo miraba. 
Alta y delgada se erigía entremedio de las dos infinitas hileras. El ente no tenía ojos pero su presencia se hacía notar a través de una sensación fría que recorría la espalda de cabeza a pies. 
Martin retrocedió inconscientemente hacia la cabaña, mientras la figura se acercaba al camino deslizándose, Un sonido gutural iba aumentando a medida que la figura cruzaba el camino. Al llegar a la reja soltó un chirrido indescriptible, un mescla entre el graznido de un queltehue y unas láminas de fierro chocando.
 Martin horrorizado entro corriendo a la cabaña, cogió la radio que estaba en el escritorio
-Temuco, Temuco aquí Helquemu cambio!
- chhhhrrrrr… Helquemu Huelquemu chrrrr.. aquí Temuco, que necesita? Cambio.
- Necesito ayuda, hay ladrones en el área Temuco, cambio
- chrrr…Huelquemu grrrchrr.. porfavor repita.
- Necesito ayuda!
- chrrrr… grrchh…
-Temuco?!
Espero un par de sugundos y luego
- grrr. Chrrrr… largo.. de aquí….


 Martin soltó el radio de un golpe y corrió al armario ubicado debajo del televisor, de ahí saco una escopeta y unos de cartuchos. Le tiritaban tanto las manos que apenas pudo cargar los 3 cartuchos que quedaban. Se pegó a la muralla y llego hasta el borde de la ventana, ahí reunió coraje y de reojo miro hacia el camino… pero para su sorpresa la criatura no estaba.

Como? Qué demonios había sido eso? Aun pegado a la muralla, se acercó a la puerta, giro la manilla y salió al pórtico de la casa. El camino estaba vacío, el patio también, ni rastros de la figura. Que mierda había sido eso! Esta zona no solían haber atentados,  todos los animales habían desaparecidos con la plantación y tampoco había escuchado nunca que penaran aquí.

 Los perros estaban escondidos debajo del sillón que estaba en el pórtico. Martin se les acerco, por ningún motivo quería dormir solo y los perros tampoco. Se agacho pero los perros se recogían aún más bajo el sillón, un viento frio le recorrió la espalda y instintivamente se dio vuelta. Del otro lado del pórtico estaba la figura, alta y gris, las luces tintinearon y con una pequeña explosión sorda se apagaron. Con la oscuridad la bestia cogió el rostro de un viejo con ojos grises. Murmurando mientras se acercaba;  
-Gumayta puñen may, gumayta puñen may

 Las negras alas extendieron por el pórtico y Martin sentía un frio húmedo que le helaba el corazón, cerro sus ojos y dejo consumir por la bestia.


1 comentario:

  1. Gato:
    Me gustó el cuento, ese ambiente tétrico que desarrollas y como los lectores quedamos todo el tiempo esperando que algo pase, expectantes.
    Para cuando finalmente aparece la criatura, fue un respiro de entre alivio y miedo lo que se produjo, genial, nada que envidiarle a las mejores creepypastas de internet.

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