De turno
La lluvia caía suavemente desde
el manto de nubes grises que se proyectaban sobre las hileras de eucaliptus. A
lo lejos los queltehues cataban el final del día mientras el sol se escondía
entre el follaje de los arboles. El camino era largo y se extendía lejos hasta
perderse en el horizonte. Rompiendo la calma del paisaje la camioneta daba
saltos con los baches piedras que encontraba en su ruta.
En el tablero del vehículo la imagen de cristo bailaba sacudiéndose al
son del camino, y un rosario se mecía colgando desde el espejo.
Martin cantaba a viva voz una cumbia, tratando de sobrepasar el ruido de
los piedrazos y vaivén del auto. Iba tarde y sabía que a su colega se molestaría.
Manuel a quien en la cuadrilla llamaban payaso había pasado ya varios dias
cuidando el aserradero y de seguro estaba impaciente por volver a Temuco.
"Te demorai mas que mi señora", Martin lo habia oido usar esa talla
siempre que alguien llegaba, aunque no hubiese llegado tarde y aunque no fueses
el ultimo.
El enojo del payaso le daba igual, sin embargo lamentaba que su colega
tuviese que viajar de noche a Temuco. En el camino las intersecciones
abundaban y de noche era facil perderse las pocas indicaciones que habían.
Finalmente Martin avisto el gran portón de fierro verde que marcaba la
entrada del aserradero. Perdido en el bosque solo un par de flechas indicaban
la ruta para llegar, y las idénticas hileras de árboles hacían imposible
ubicarse. El aserradero era nuevo, lo habían construido a finales del año
pasado en preparación para la faena que se llevaría a cabo durante los próximos
meses.
Mientras Martin estacionaba alado de uno de los galpones donde guardaban
las maquinarias, diviso a la figura del payaso saliendo de la cabaña levantando
los brazos y vociferando.
-Te demorai ma que mi...
Martin se bajo del auto sacando su mochila roja que llevaba en el
asiento del copiloto.
-Que huea!?
-Que te demorai...
- No te escucho hombre!
Ya casi encima el uno del otro el payaso deletreó, modulando
exageradamente:
- QUE TE DEMORAI MAS QUE MI S E Ñ O R A.
-Si bueno es que tu señora no me dejaba salirme de la cama.
Bromeo Martin.
-Ha ha ha... Ya pasa las llaves wn, no quiero quedarme a oscura en el
camino.
Martin le pasó las llaves en la mano mientras los dos hombres se daban
unas palmas en la espalda saludándose y despidiéndose a la vez.
-Oye te deje ahi una botellita adentro del casillero, para que no le
baje la angustia.
-Señor Payaso usted sabe como componer mi estadia. Dijo Martin soltando
una carcajada.
Finalemte el payaso soltando un suspiro dijo:
-Bueno sera mejor que me encamine...Dale de comida a los perros, y porfa
no lo dejes salir ahora que hay luna llena.
El payaso era de origen mapuche, vivía en Temuco al lado del estadio, al
cual solía ir con una asistencia casi religiosa. Su afán por el futbol era
superado solo por su afán por los completos de la Tita, una alemana que tenía
un café frente al estadio. El Payaso era muy creyente en los mitos de su
cultura, esto se lo debía a su abuela. Una importante machi, que lo había
tratado de sacrificar a los 5 años luego del terremoto del 85 con el fin de
apaciguar a los espíritus. Un paco detuvo a la vieja cuando estaba a punto de
desollarlo en el rio. A partir de ese día temía que los espíritus viniesen a
cobrar la vida que se les había ofrecido y luego arrebatado.
-Nose preocupe mi Lonco, no dejare que lo atrape el Chonchón.
-Ya ya ya... Callate. Mascullo el hombre mientras se subia a la
camioneta.
-Chao Payaso, mandale saludos a tu señora.
-Yaaaa, Chao Cutriñitrumarichao!
La camioneta levanto una gran nube de polvo al darse vuelta y luego salió
rugiendo a través del portón verde para luego desaparecer al dar la vuelta.
El silencio del bosque se apodero del campamento y solo los Queltehues
lo cortaban de vez en cuando. El sol ya se había perdido entre los árboles, y
el viento dejaba de acariciar sus copas, Martin cogió su mochila y se dirigió a
la cabaña.
Una olla hervía y su tapa danzaba al son del vapor que se
escapaba por los bordes. En la encimera un tarro de atún y un cartón de crema acompañarían
un paquete de pastas. En la mesa, un mantel de plástico blanco, presentaba una
botella. Martin estaba sentado cerca de una de las esquinas con un vaso en la
mano y un cigarro en la otra. La mirada fija en el televisor se concentraba en
como la abuela salteaba unos champiñones mientras la Diana la animaba frenéticamente.
-Vamos chiquillos! Vamos que se puede! quedan 20 min!!
Por la ventana la luna se asomaba rápidamente entre las filas de los árboles
y largas sombras comenzaban a proyectarse sobre el campamento maderero.
Ya entrada la noche la televisión seguía brillando, los tallarines no
estuvieron ni muy buenos ni muy malos, y la botella ya se veía media vacía.
Echado, Martin languidecía viendo la pantalla;
-Los pumas son felinos de gran tamaño que viven en la cordillera los
Andes. Aqui en la precordillera tenemos la rara oportunidad de verlos cazar a
su presa favorita... El huanaco. Este auqenido pastorea en los fiordos de la
profunda montaña y desciende en...tzzz… grrr… chhhrr….
La imagen se perdió en un chicharreo de puntos grises y negros. Martin despertó
de su letargo, presiono todos los botones del control, grito un par de
chuchadas pero al final se levantó y con movimientos lentos como los de un perezoso,
se acercó al televisor. Un par de palmaditas se transformaron rápidamente en
golpes, pero sin embargo la señal no volvía.
Salió de la cabaña a ver la antena. Parado en el patio, se podía ver que
estaba de pie.
Algún ratón debió haberse comido los cables pensó.
Saco de la cajetilla un cigarro lo encendió y se quedó mirando el cielo.
No había muchas estrellas, la Luna las había espantado todas y acaparaba la atención de
la noche.
Miro un momento los perros que se habían parado en el pórtico de la
cabaña y lo estaba mirando. Luego por alguna razón se dio vuelta y lo que vio
le helo la sangre.
Del otro lado del portón, pasado el camino, entremedio de dos hileras de
árboles, una figura negra lo miraba.
Alta y delgada se erigía entremedio de las dos infinitas hileras. El
ente no tenía ojos pero su presencia se hacía notar a través de una sensación fría
que recorría la espalda de cabeza a pies.
Martin retrocedió inconscientemente hacia la cabaña, mientras la figura
se acercaba al camino deslizándose, Un sonido gutural iba aumentando a
medida que la figura cruzaba el camino. Al llegar a la reja soltó un chirrido indescriptible,
un mescla entre el graznido de un queltehue y unas láminas de fierro chocando.
Martin horrorizado entro corriendo
a la cabaña, cogió la radio que estaba en el escritorio
-Temuco, Temuco aquí
Helquemu cambio!
- chhhhrrrrr… Helquemu
Huelquemu chrrrr.. aquí Temuco, que necesita? Cambio.
- Necesito ayuda, hay
ladrones en el área Temuco, cambio
- chrrr…Huelquemu
grrrchrr.. porfavor repita.
- Necesito ayuda!
- chrrrr… grrchh…
-Temuco?!
Espero un par de
sugundos y luego
- grrr. Chrrrr…
largo.. de aquí….
Martin soltó el radio de un golpe
y corrió al armario ubicado debajo del televisor, de ahí saco una escopeta
y unos de cartuchos. Le tiritaban tanto las manos que apenas pudo cargar los 3
cartuchos que quedaban. Se pegó a la muralla y llego hasta el borde de la
ventana, ahí reunió coraje y de reojo miro hacia el camino… pero para su
sorpresa la criatura no estaba.
Como? Qué demonios había sido eso? Aun pegado a la muralla, se acercó a
la puerta, giro la manilla y salió al pórtico de la casa. El camino estaba vacío,
el patio también, ni rastros de la figura. Que mierda había sido eso! Esta zona
no solían haber atentados, todos los animales
habían desaparecidos con la plantación y tampoco había escuchado nunca que
penaran aquí.
Los perros estaban escondidos
debajo del sillón que estaba en el pórtico. Martin se les acerco, por ningún motivo
quería dormir solo y los perros tampoco. Se agacho pero los perros se recogían aún
más bajo el sillón, un viento frio le recorrió la espalda y instintivamente se
dio vuelta. Del otro lado del pórtico estaba la figura, alta y gris, las luces
tintinearon y con una pequeña explosión sorda se apagaron. Con la oscuridad la
bestia cogió el rostro de un viejo con ojos grises. Murmurando mientras se
acercaba;
-Gumayta puñen may, gumayta
puñen may
Las negras alas extendieron
por el pórtico y Martin sentía un frio húmedo que le helaba el corazón, cerro
sus ojos y dejo consumir por la bestia.
Gato:
ResponderEliminarMe gustó el cuento, ese ambiente tétrico que desarrollas y como los lectores quedamos todo el tiempo esperando que algo pase, expectantes.
Para cuando finalmente aparece la criatura, fue un respiro de entre alivio y miedo lo que se produjo, genial, nada que envidiarle a las mejores creepypastas de internet.