viernes, 8 de abril de 2016

Pasado

Rodeada de árboles, sentada en las banquitas de piedra, Moira sube el volumen a la música, mientras las lágrimas bajan por sus mejillas.
Lloraba por el pasado, lloraba por sus miedos, lloraba porque hacía mucho que no lo hacía … ¡Simplemente lloraba!
Y no era para menos…Moira cargaba tantos, tantos dolores bajo esa sonrisa, esa adorable locura suya…entre lágrimas, ella sonríe… poco a poco va aceptando su pasado y pudiendo ser abierta al respecto, pero aun así…pocos alguna vez entenderán.
Moira sabía que ni siquiera su nacimiento fue…normal, hija de madre soltera, que la tuvo recién salida del colegio…aquello fue un escándalo social, ¡El inicio de todos los problemas! Ese estigma social la repugnaba, la hacía querer gritar, y luchaba contra los estereotipos en todo momento.
Y por supuesto…del padre ni rastro, ¿Qué se esperaba? Era mucho más fácil llamar prostituta de forma implícita a la madre de su hija que “caer en desgracia” con ambas. ¡Los hombres! Las personas más importantes en su vida solían pertenecer a aquel género, aunque no siempre fue positivo.
Pero la madre de Moira era ingenua, y sus abuelos…eran malos ¡Malos sin duda! aprovecharon la ingenuidad de la madre para hacerla firmar aquellos acuerdos, “es lo mejor para tu hija”, le dijeron…y ella creyó, mal que mal…sus padres habían criado a otros 4 hijos antes, ¿No? Moira niega con la cabeza, suspirando…hasta el día de hoy, le dolía en el corazón saber de tan cerca lo mala que podía ser la humanidad, y desearía que nunca nadie tuviera que llegar a esos extremos. ¿Lo Peor? Haber tenido que aprender a llegar a extremos para subsistir.
Las peleas y los gritos son algo constante en las primeras memorias de Moira, el miedo a salir de clases porque su abuela podía estar ahí, los vómitos en la alfombra, las jaquecas, el no aguantar más… “¿Quieres que me vaya, Moira? ¿Qué te deje aquí y no regrese?” Dice la madre de Moira, cuando ella tiene sólo 6 años…y Moira llora, no quiere que nadie se vaya…sólo quiere una familia feliz.
¡Una familia feliz era lo que quería! Como esas de las películas…Moira cuando pequeña (y a veces, incluso mucho más grande) se imaginaba a sí misma como una princesa Disney…su vida estaba llena de problemas, pero encontraría al príncipe azul y todo se solucionaría…tenía que, ¡Simplemente tenía que!
En este punto de sus recuerdos, Moira mira al cielo, un largo suspiro escapándose de sus labios, contrariada, apenada, confundida…esa mezcla de emociones tan tristes, pero tan conocidas, y luego vuelve a sumirse en sus memorias.
Su madre se ha ido de casa, (ella no lo sabrá hasta años más tarde, pero a la madre de Moira le tiraron por la ventana sus cosas en bolsas de basura, y no la dejaron volver a entrar…de nuevo, obra de sus “maravillosos” abuelos) y Moira cree que por fin podré tener las felices vidas de sus compañeros de clase…se convence a si misma de que su abuela no era el problema, sino su madre, y que todo estará bien ahora.
¿Qué otra cosa podía hacer? Adaptarse era la única alternativa…ser lo que sus abuelos esperaban de ella.
Adaptación, adaptación…esa palabra la ha escuchado tantas veces durante su vida…es una palabra bajo la que sabe que debe vivir, pero no le gusta… ¿Por qué yo tengo que adaptarme?    Quiero poder ser yo siempre…es lo que ella piensa y siente en el fondo.
Las visitas con su madre duraron 3 años, desde los 6 a los 9…su madre venía, y Moira en un inicio lo pasaba bien…pero luego sólo quería que esas visitas se fueran también…ser normal, vivir una vida normal, era el sueño de Moira.
Los sueños…esa esperanza ciega en el futuro distante eran lo único que ha mantenido a Moira a flote durante su vida…soñar, imaginar, pensar…es lo que la hace ser ella.
En la última visita, sangre salió…la madre de Moira hasta hoy se arrepiente de hacer sangrar a su madre, ¡Pero es que ya no podía más! Llega un punto de quiebre, un punto en el que se marca un antes y un después en tu vida…y su madre alcanzó ese punto.
Moira lloró también ese día, dejó heridas en ella…miedos, inseguridades… que se mantienen hasta hoy, de alguna forma…miedo a la sangre que puede salir cuando se llega a la más absoluta desesperación.
Sangre en el corazón, sangre en los labios, distintos tipos…pero ya sea metafórica o real, sangre igualmente.
Para Moira…ese día fue un punto de quiebre también, pero seguía soñando ciegamente.
¡Una familia! ¡Amigos de verdad! ¿Era tan difícil de pedir? Eso se cuestionaba Moira, y entonces las amigas comenzaron a fijarse en chicos…pero ella no podía hacerlo, tenía que fingirlo…y se notaba.
Moira no podía despegarse de su infancia…era su refugio, casi lo único seguro en su vida…y aquello le jugó en contra.
Entonces sus amigas comenzaron a molestarla, a burlarse…para finalmente darle la espalda, fingir que ella ni siquiera existía.
Y así, sola… los chicos de la clase aprovecharon.
Incontables veces se vio Moira contra los casilleros, siendo pateada, intentando defenderse sin poder hacer nada… de nuevo los hombres, en su vida, eran importantes…de nuevo, de una forma horrible.
Finalmente…ante su terror de ir a la escuela, consigue cambiarse a otra…también porque no era la primera vez que ocurría lo mismo en su clase.
Todo esto, con una situación familiar en la que el más mínimo error significaba gritería o golpes… “me lo merezco, me lo merezco” pensaba Moira, mientras lloraba.
Su autoestima por los suelos, sus afectos desesperados, y su imaginación y deseos de escribir creciendo cada día más y más.
El cambio de escuela significó un cambio de historia, ella negó todo su pasado y fabricó uno nuevo… pero las burlas por ser una “chica rara” no tardaron en volver.
No negaba quien era…al menos no completamente, pero negaba una parte importante…y eso eventualmente, iba a hacerla explotar.
En el intertanto… su cumpleaños número 13 se pasa en tribunales…la madre de Moira la quiere devuelta, los abuelos de Moira usan dinero y consiguen quedarse con ella.
El sucio dinero…si algo le enseñó toda esa historia, es a no ansiar dinero nunca…a seguir al corazón y la pasión, aunque eso signifique no tener nada…porque en realidad, eso será tenerlo todo.
Moira no tenía amigos, sus compañeros la molestaban…y ella, desde entonces, quiere morir.
Comienza a ver la muerte como algo liberador…finalmente, esta vida había sido casi sólo sufrimiento para ella, y aunque no hubiera nada en la próxima…nada, en su mente, era mejor que dolor.
A los 15… Moira llega sangrando al colegio…aquel fue el segundo punto de quiebre…ella dijo todo a todos, sólo para ser traicionada por los adultos.
Otro punto constante en su vida…los adultos no sólo no la entendían, si no que solían empeorar las cosas…los niños y adolescentes eran los únicos con los que a ella le apetecía estar…evitaba siempre a los adultos.
Luego del punto de quiebre en el que dijo todo, sus compañeros la apoyaban… tenía amigos, y con eso podía arreglárselas.
Moira sonríe al recordar como sus compañeros se esforzaban por mantenerla alegre y a flote, como en esas terribles circunstancias, se generó una unidad en su curso que sólo podía ser descrita como una hermandad.
Aunque hoy por hoy, casi no tengan contacto, pues todos tomaron distintos caminos…esos días consiguieron tener un sabor agridulce en sus memorias.
Pese a esto, Moira aún quería morir…hasta aquel día en que, a punto de dar el último empujón y arrojarse por una ventana del todo, un viento casi sobrenatural le demuestra a Moira que en realidad quiere vivir.
Aún quiere luchar, aún quiere soñar y conseguir esos sueños. Así que, escribiendo frenéticamente a estas alturas…Moira continúa su camino.
Moira confía y ama con todo su corazón, para verlo roto, una y otra vez…pero no importaba, pues ella nunca perdía la esperanza.
A los 17, casi 18…Moira se rebela, Moira busca su libertad, alza su voz y se enfrenta a sus abuelos, esos seres horribles que tanto daño habían hecho.
Ella decidió ser quien quería ser, tomar armas y luchar…pasar de potencia a acto, dejar salir a su corazón.
Para este punto, nuestra Moira universitaria ya casi no llora, sólo sonríe…sabiéndose una luchadora, y de alguna forma, una heroína en su propia vida.
Moira no sabía si al cumplir 18, aún tendría donde vivir, o si podría estudiar… Pero ¿qué más daba? Era libre, y era feliz
Moira recupera el contacto con su madre.
Moira, luego de intentar recuperar la relación con sus abuelos, y entender que nunca cambiarían, se va a vivir con su madre.
Moira tiene una familia.
Moira hace amigos en su iglesia, amigos de verdad.
Moira entra a la universidad, y encuentra un grupo de personas con las que siente que puede ser ella misma.
Cumplió sus sueños, luchó y ganó, Moira vivió en primera mano que la vida te puede golpear mil veces, pero al final te da tu recompensa.
En este punto, Moira ya no llora…aunque aún se abraza a sí misma, pues sabe que aún tiene muchos miedos.
Miedo a estar sola, miedo a perder lo que ha conseguido, miedo a la traición…miedo a todas esas cosas del pasado, que ya no están en su vida ahora.
Pero para Moira, su vida es tan soñada, tan perfecta en todo sentido… que siente que en cualquier momento todo se desmoronaría…en el fondo, Moira podrá parecer fuerte, pero sigue siendo una chica asustada que sólo quiere amor, y ser aceptada.
Moira se levanta…su sonrisa, luego de pensar en sus miedos, es algo débil, pero está ahí, y no va a desaparecer.
-Seré fuerte, y viviré…no importa si me traicionan, no importa si me rompen el corazón…no voy a caer....Pues soy libre…y voy a vivir.


Alice Arthagon

2 comentarios:

  1. Simplemente increíble, ¡me encantó el optimismo y las garras de lucha, que se encierra dentro de Moira!

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  2. Muchos puntos suspensivos; hubo algunos momentos en que dejabas de referirte a Moira y el narrador hablaba sobre si mism@, como cuando en lugar de decir "podrá" pusiste "podré". Fuera de eso, me provoca curiosidad que Moira siente como si hubiese llegado al final, diciendo "finalmente" o "cumplió sus sueños", como si su vida hubiese llegado al punto más alto que puede alcanzar. Espero una explicación en el taller, felicitaciones.

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