Rodeada de árboles, sentada en las banquitas de piedra,
Moira sube el volumen a la música, mientras las lágrimas bajan por sus
mejillas.
Lloraba por el pasado, lloraba por sus miedos, lloraba
porque hacía mucho que no lo hacía … ¡Simplemente lloraba!
Y no era para menos…Moira cargaba tantos, tantos dolores
bajo esa sonrisa, esa adorable locura suya…entre lágrimas, ella sonríe… poco a
poco va aceptando su pasado y pudiendo ser abierta al respecto, pero aun así…pocos
alguna vez entenderán.
Moira sabía que ni siquiera su nacimiento fue…normal, hija
de madre soltera, que la tuvo recién salida del colegio…aquello fue un
escándalo social, ¡El inicio de todos los problemas! Ese estigma social la
repugnaba, la hacía querer gritar, y luchaba contra los estereotipos en todo
momento.
Y por supuesto…del padre ni rastro, ¿Qué se esperaba? Era
mucho más fácil llamar prostituta de forma implícita a la madre de su hija que
“caer en desgracia” con ambas. ¡Los hombres! Las personas más importantes en su
vida solían pertenecer a aquel género, aunque no siempre fue positivo.
Pero la madre de Moira era ingenua, y sus abuelos…eran malos
¡Malos sin duda! aprovecharon la ingenuidad de la madre para hacerla firmar
aquellos acuerdos, “es lo mejor para tu hija”, le dijeron…y ella creyó, mal que
mal…sus padres habían criado a otros 4 hijos antes, ¿No? Moira niega con la
cabeza, suspirando…hasta el día de hoy, le dolía en el corazón saber de tan
cerca lo mala que podía ser la humanidad, y desearía que nunca nadie tuviera
que llegar a esos extremos. ¿Lo Peor? Haber tenido que aprender a llegar a
extremos para subsistir.
Las peleas y los gritos son algo constante en las primeras
memorias de Moira, el miedo a salir de clases porque su abuela podía estar ahí,
los vómitos en la alfombra, las jaquecas, el no aguantar más… “¿Quieres que me
vaya, Moira? ¿Qué te deje aquí y no regrese?” Dice la madre de Moira, cuando
ella tiene sólo 6 años…y Moira llora, no quiere que nadie se vaya…sólo quiere
una familia feliz.
¡Una familia feliz era lo que quería! Como esas de las películas…Moira
cuando pequeña (y a veces, incluso mucho más grande) se imaginaba a sí misma
como una princesa Disney…su vida estaba llena de problemas, pero encontraría al
príncipe azul y todo se solucionaría…tenía que, ¡Simplemente tenía que!
En este punto de sus recuerdos, Moira mira al cielo, un
largo suspiro escapándose de sus labios, contrariada, apenada, confundida…esa
mezcla de emociones tan tristes, pero tan conocidas, y luego vuelve a sumirse
en sus memorias.
Su madre se ha ido de casa, (ella no lo sabrá hasta años más
tarde, pero a la madre de Moira le tiraron por la ventana sus cosas en bolsas
de basura, y no la dejaron volver a entrar…de nuevo, obra de sus “maravillosos”
abuelos) y Moira cree que por fin podré tener las felices vidas de sus
compañeros de clase…se convence a si misma de que su abuela no era el problema,
sino su madre, y que todo estará bien ahora.
¿Qué otra cosa podía hacer? Adaptarse era la única
alternativa…ser lo que sus abuelos esperaban de ella.
Adaptación, adaptación…esa palabra la ha escuchado tantas
veces durante su vida…es una palabra bajo la que sabe que debe vivir, pero no
le gusta… ¿Por qué yo tengo que adaptarme? Quiero
poder ser yo siempre…es lo que ella piensa y siente en el fondo.
Las visitas con su madre duraron 3 años, desde los 6 a los
9…su madre venía, y Moira en un inicio lo pasaba bien…pero luego sólo quería
que esas visitas se fueran también…ser normal, vivir una vida normal, era el
sueño de Moira.
Los sueños…esa esperanza ciega en el futuro distante eran lo
único que ha mantenido a Moira a flote durante su vida…soñar, imaginar, pensar…es
lo que la hace ser ella.
En la última visita, sangre salió…la madre de Moira hasta
hoy se arrepiente de hacer sangrar a su madre, ¡Pero es que ya no podía más! Llega
un punto de quiebre, un punto en el que se marca un antes y un después en tu
vida…y su madre alcanzó ese punto.
Moira lloró también ese día, dejó heridas en ella…miedos,
inseguridades… que se mantienen hasta hoy, de alguna forma…miedo a la sangre
que puede salir cuando se llega a la más absoluta desesperación.
Sangre en el corazón, sangre en los labios, distintos tipos…pero
ya sea metafórica o real, sangre igualmente.
Para Moira…ese día fue un punto de quiebre también, pero
seguía soñando ciegamente.
¡Una familia! ¡Amigos de verdad! ¿Era tan difícil de pedir?
Eso se cuestionaba Moira, y entonces las amigas comenzaron a fijarse en
chicos…pero ella no podía hacerlo, tenía que fingirlo…y se notaba.
Moira no podía despegarse de su infancia…era su refugio,
casi lo único seguro en su vida…y aquello le jugó en contra.
Entonces sus amigas comenzaron a molestarla, a burlarse…para
finalmente darle la espalda, fingir que ella ni siquiera existía.
Y así, sola… los chicos de la clase aprovecharon.
Incontables veces se vio Moira contra los casilleros, siendo
pateada, intentando defenderse sin poder hacer nada… de nuevo los hombres, en su
vida, eran importantes…de nuevo, de una forma horrible.
Finalmente…ante su terror de ir a la escuela, consigue
cambiarse a otra…también porque no era la primera vez que ocurría lo mismo en
su clase.
Todo esto, con una situación familiar en la que el más
mínimo error significaba gritería o golpes… “me lo merezco, me lo merezco”
pensaba Moira, mientras lloraba.
Su autoestima por los suelos, sus afectos desesperados, y su
imaginación y deseos de escribir creciendo cada día más y más.
El cambio de escuela significó un cambio de historia, ella
negó todo su pasado y fabricó uno nuevo… pero las burlas por ser una “chica
rara” no tardaron en volver.
No negaba quien era…al menos no completamente, pero negaba
una parte importante…y eso eventualmente, iba a hacerla explotar.
En el intertanto… su cumpleaños número 13 se pasa en
tribunales…la madre de Moira la quiere devuelta, los abuelos de Moira usan
dinero y consiguen quedarse con ella.
El sucio dinero…si algo le enseñó toda esa historia, es a no
ansiar dinero nunca…a seguir al corazón y la pasión, aunque eso signifique no
tener nada…porque en realidad, eso será tenerlo todo.
Moira no tenía amigos, sus compañeros la molestaban…y ella,
desde entonces, quiere morir.
Comienza a ver la muerte como algo liberador…finalmente,
esta vida había sido casi sólo sufrimiento para ella, y aunque no hubiera nada
en la próxima…nada, en su mente, era mejor que dolor.
A los 15… Moira llega sangrando al colegio…aquel fue el
segundo punto de quiebre…ella dijo todo a todos, sólo para ser traicionada por
los adultos.
Otro punto constante en su vida…los adultos no sólo no la
entendían, si no que solían empeorar las cosas…los niños y adolescentes eran
los únicos con los que a ella le apetecía estar…evitaba siempre a los adultos.
Luego del punto de quiebre en el que dijo todo, sus
compañeros la apoyaban… tenía amigos, y con eso podía arreglárselas.
Moira sonríe al recordar como sus compañeros se esforzaban
por mantenerla alegre y a flote, como en esas terribles circunstancias, se
generó una unidad en su curso que sólo podía ser descrita como una hermandad.
Aunque hoy por hoy, casi no tengan contacto, pues todos
tomaron distintos caminos…esos días consiguieron tener un sabor agridulce en
sus memorias.
Pese a esto, Moira aún quería morir…hasta aquel día en que,
a punto de dar el último empujón y arrojarse por una ventana del todo, un
viento casi sobrenatural le demuestra a Moira que en realidad quiere vivir.
Aún quiere luchar, aún quiere soñar y conseguir esos sueños.
Así que, escribiendo frenéticamente a estas alturas…Moira continúa su camino.
Moira confía y ama con todo su corazón, para verlo roto, una
y otra vez…pero no importaba, pues ella nunca perdía la esperanza.
A los 17, casi 18…Moira se rebela, Moira busca su libertad,
alza su voz y se enfrenta a sus abuelos, esos seres horribles que tanto daño
habían hecho.
Ella decidió ser quien quería ser, tomar armas y
luchar…pasar de potencia a acto, dejar salir a su corazón.
Para este punto, nuestra Moira universitaria ya casi no
llora, sólo sonríe…sabiéndose una luchadora, y de alguna forma, una heroína en
su propia vida.
Moira no sabía si al cumplir 18, aún tendría donde vivir, o
si podría estudiar… Pero ¿qué más daba? Era libre, y era feliz
Moira recupera el contacto con su madre.
Moira, luego de intentar recuperar la relación con sus
abuelos, y entender que nunca cambiarían, se va a vivir con su madre.
Moira tiene una familia.
Moira hace amigos en su iglesia, amigos de verdad.
Moira entra a la universidad, y encuentra un grupo de
personas con las que siente que puede ser ella misma.
Cumplió sus sueños, luchó y ganó, Moira vivió en primera
mano que la vida te puede golpear mil veces, pero al final te da tu recompensa.
En este punto, Moira ya no llora…aunque aún se abraza a sí
misma, pues sabe que aún tiene muchos miedos.
Miedo a estar sola, miedo a perder lo que ha conseguido,
miedo a la traición…miedo a todas esas cosas del pasado, que ya no están en su
vida ahora.
Pero para Moira, su vida es tan soñada, tan perfecta en todo
sentido… que siente que en cualquier momento todo se desmoronaría…en el fondo,
Moira podrá parecer fuerte, pero sigue siendo una chica asustada que sólo
quiere amor, y ser aceptada.
Moira se levanta…su sonrisa, luego de pensar en sus miedos,
es algo débil, pero está ahí, y no va a desaparecer.
-Seré fuerte, y viviré…no importa si me traicionan, no
importa si me rompen el corazón…no voy a caer....Pues soy libre…y voy a vivir.
Alice Arthagon
Simplemente increíble, ¡me encantó el optimismo y las garras de lucha, que se encierra dentro de Moira!
ResponderEliminarMuchos puntos suspensivos; hubo algunos momentos en que dejabas de referirte a Moira y el narrador hablaba sobre si mism@, como cuando en lugar de decir "podrá" pusiste "podré". Fuera de eso, me provoca curiosidad que Moira siente como si hubiese llegado al final, diciendo "finalmente" o "cumplió sus sueños", como si su vida hubiese llegado al punto más alto que puede alcanzar. Espero una explicación en el taller, felicitaciones.
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